Un café, en un momento dado, es vital.
De hecho yo lo convertiría en mi pócima de cabecera si no fuera porque soy demasiado sensible a la cafeína y mi sistema nervioso me juega en ocasiones muy malas pasadas.
Como me conozco y sé hasta dónde puedo arriesgar, por las mañanas me preparo cafés suaves, de pocas revoluciones, con la pólvora justa para que me dispare sin hacerme estallar.
Ya no suelo beber más en todo el día. Hacerlo sería arriesgarme a pasar la noche como un búho.
Pero hay veces en las que es el mismo cuerpo el que me pide urgentemente tomar uno con una predisposición mental que me asegura que me sentará de maravilla.
En el centro de mayores hay una máquina muy concurrida que hace un café delicioso. La mayoría de las tardes me alimento con tan solo el denso aroma que flota en el ambiente cuando la pandilla de cafeteros se va sirviendo sus dosis.
Cada café cuesta 40 céntimos y aunque devuelve el cambio, tanta moneda de euro termina por agotarlo y entonces aparece un letrero en el display que dice “NO DA RESTO”, que a mí siempre me ha parecido una información un poco rara y fría.
Yo hubiera optado por poner “SI NO TE IMPORTA, ÉCHAME EL IMPORTE EXACTO, QUE ME HE QUEDADO SIN CAMBIO, ¿SABES?”
Fue en una de esas ocasiones en las que la máquina no daba resto cuando me entró un imperioso antojo de café. Lo necesitaba urgentemente para vencer una modorra que me había acampado en el hipotálamo y me tenía amuermado perdido.
Pero cuando miré en el monedero solo tenía algunas monedas de euro que la máquina no aceptaba y otras monedas menores que sumaban exactamente 35 céntimos. Necesitaba tan solo 5 céntimos de nada ¡¡Cinco centimicos para volver a vivir!!
Y me puse a pensar dónde los podría encontrar.
Volviéndome en el tiempo recordé las muchas veces que mi hermano y yo, siendo unos niños, encontrábamos dinero en el coche de nuestra madre. Creo recordar que era un MG verde botella al que teníamos mucho cariño, sobre todo por el chollo que nos suponía entrar en él cuando nos urgía conseguir alguna moneda y, milagrosamente, encontrarla siempre. ¡Y la mayoría de las veces encontrábamos más de una!
Debajo de las alfombrillas, en las juntas entre los sillones y los respaldos, debajo de los asientos… siempre aparecía algún duro, o incluso monedas de 25 pesetas. Encontrar una de 100, que también tuvimos el júbilo de descubrir, era como hallar un tesoro.
Aquel coche (nunca un vehículo me ha caído tan bien) nos permitía abastecernos de chucherías y tebeos.
La explicación que mi hermano y yo dábamos al hecho es que cuando mi madre conducía hacia el pueblo desde el campo, solíamos encontrar por el camino a un par de labriegos que volvían caminando tras sus quehaceres en la huerta. El tío Pepe y el tío Ángel se llamaban (¿recuerdas Tomás?) Con toda probabilidad estos hombres no usaban monedero y tenían bolsillos anchos en los que las monedas no tenían sujeción alguna y cuando mi madre se ofrecía a llevarlos en el coche, se sentaban y las perdían. Ellos las perdían, nosotros las ganábamos.
También recordé cuando viviendo en Benidorm íbamos alguna vez con nuestros primos a El otro mundo de Jaime, un salón de juegos recreativos, donde pasábamos la tarde entera. Cuando habíamos agotado el poco dinero que nos habían dado nuestros padres, yo recorría todos los cajetines de devolución por si alguien había olvidado recoger el cambio. Billares, máquinas de marcianitos, futbolines… había tanto donde mirar que, no siempre, pero a veces uno se encontraba con la sorpresa.
Pero volviendo al día del ansiado café, pensé que quizás debajo de la máquina se hubiera deslizado alguna moneda que nadie se hubiera molestado en recoger. Me agaché y entre el bosquecillo gris de pelusillas (las cagarrutas de fantasma que decían en una película) vi el perfil de algo que parecía una moneda. La saqué con un folio de papel y resultó ser ¡una moneda de cinco céntimos!
El café de ese día me supo a gloria.
En otra ocasión posterior me llamaba por teléfono Montilla, uno de los habituales jugadores de dominó del centro. No encontraba el móvil por su casa y pensó que lo podría haber perdido por allí.
- Hazme el favor de mirar si se me ha colao por el sofá.
Es este sofá otro lugar concurrido.
Teniendo en cuenta que el centro de mayores está en la zona alta de Villena y que los que no viven cerca han de subir calles empinadas, cuando entran en el salón algunos necesitan reponer fuerzas en este mullido lugar.
No es la primera vez que veo cómo se duerme alguno allí, que cuando vuelve a abrir los ojos diría que se sorprende de haber dado una cabezada a la vista de todos.
- Coño, Montilla, que te has echao la siesta- le dice alguien.
- Qué va, estaba pensando - niega Montilla, rotundo (¿por qué hay tantos que se niegan a admitir que se han quedado roque?)
- ¿Pensando? ¡Pues pensabas roncando!
Total que levanté los asientos del sofá para ver si el móvil estaba por allí, pero no estaba. Lo que sí encontré fue varias monedas de 5 céntimos, un par de 10, otro par de 20 y una de 50. ¡Menudo arsenal! ¿Cómo no se me ocurrió mirar aquí la otra vez?
Más adelante Bernardo se sacaba un café de la máquina y se acercaba a mí para decirme.
- ¿No es a 40 el café?
- Si
- ¿Pues cómo es que le he echao 50 y me devuelve 70?
- No puede ser.
- Ah, pues será que alguien se ha olvidao de recoger el cambio, jeje. ¡Pues eso que me he ganao!
Y fue decirme eso y caer en la cuenta de yo mismo me acababa de servir un café con un euro y había olvidado recoger el cambio. Y, claro, ya no era cuestión de decirle a Bernardo que las monedas eran mías, con la alegría que sé que producen estos descubrimientos.
Me callé y me tomé el café, que esa vez no me resultó tan bueno.
Y así rota por la vida, tan caprichosamente, la economía de la calderilla. Unas veces recoges los que otros pierden u olvidan y otras eres tú el que haces afortunados a otros con tus pequeñas pérdidas.
Encontrar monedas siempre produce un secreto placer, y en ocasiones, por poco que sea el valor, pueden sacar de un apuro o conseguir alcanzar una necesidad.
Por cierto, tengo ahora exactamente 80 céntimos, ¿alguien quiere un café? Hoy me lo pide el cuerpo.
17 comentarios:
Jeje, yo también recuerdo encontrar dinerillo en el 600 y entre los cojines del sofá... De hecho me puse a pensarlo hace poco, porque cuando veo algo por la calle nunca pasa de 50 céntimos (aunque el apaño no está mal, eso son casi 17 fotocopias xD).
Hace muy poco tiempo que me gusta el café, pero con las horas que son creo que no lo rechazaría. ¿Me lo guardas para mañana? Me hará falta en clase xD
:)
es que no hay como no buscar nada para encontrarlo. yo cuando necesito calderilla busco en el bote de la calderilla y cuando necesito mayores revuelvo el sofa, en los bolsillos de los abrigos en la ropa sucia en fin, allá donde se suelen esconder, por cierto majete, que le ha pasado a la letra del blog que me ha costado Dios y ayuda para leer la entrada? quieres hacer meritos dejandonos ciegos a todos?
yo con el cafe no puedo, lo mio es el zumo de vaca, lo que venimos llamando leche.
y hablando de lechugas una vez fui a una granja y vi como ordeñaban vacas y sus leches iban a para a unos lugares enormes en los que vi con horror un liquido de color amarillo y moscas muertas flotando.
solamente he probado una vez leche de vaca directamente hervida puaj que asco, prefiero la industrial mil veces aunque sea de esas marcas blancas o incluso semi.
en fin, que muy bien lo tuyo.
por cierto si me pones palabras de verificacion olvidate de mis comentarios, no veo esos palabros
abrazos
¡Ay, sí! Mira que hace ilusión encontrarse unas monedillas, en un cajón o cuando miras detrás del sofá y eso que es poca cosa, pero mira, hace ilusión.
Yo una vez me encontré un billete de 10 euros en un bolso de hacía unas temporadas, claro eso a tí no te pasará en la vida (jiji) pero es lo que tiene llevar bolso, que siempre encuentras algo.
Me gusta en bueno rollo que tenéis en el trabajo.
Besitos.
Tómate a mi salud todos los que quieras si te salen entradas como estas :)
Yo encontré un billete de 20€ al salir de una tienda.
A la semana perdí 20€ por no llevar bolso nunca, al llevar el móvil y el billete en un bolsillo y sacar el móvil para decir: "ya llego". Me tocaba a mí invitar, y acabé debiendo dos cenas.
Duelen menos 60 céntimos.
Yo nunca me he encontrado dinerillo suelto en el sofá, ni debajo de los muebles ni nada de eso, porque yo la calderilla no la uso, sabes, solo billetes grandes y en fajos gordos.
Y para el café tampoco la necesito, porque cuando quiero uno, viene George Clooney y me lo prepara...
De todas formas, si me invitas a uno te lo agradeceré mucho, que tengo la tensión for the floors :-D
PD: me encanta el gracejo y habilidad con que enlazas “la economía de la calderilla”, la metafísica del café y el anecdotario concurrente a cada uno de estos temas.
Hablando del peculiar lenguaje de las máquinas de café, en mi antigua oficina había una que decía "Erogando", ante la sorpresa de nosotros, incultos usuarios que necesitábamos entrar en la rae para saber que:
Ver conjugación erogar.
(Del lat. erogāre).
1. tr. Distribuir, repartir bienes o caudales.
Yo en la feria de Talavera siempre caminaba mirando al suelo. Te aseguro que cada fería encontraba dinero, y a veces hasta billetes de 100. Creo que todos hemos tenido experiencias parecidas.
A veces se encuentra y a veces se pierde, ¿no? Que alegría da encontrarse una monedita en el momento justo, mirar en un bolsillo o debajo de la alfombrilla y encontrar dinero con el que no contabas.
Genial anécdota la del coche de tu madre, a mí también me caería bien, jaja.
El café lo tomo con leche y tampoco me gusta abusar.
Después de mucho tiempo sin poder arribar a tu orilla me gusta comprobar que todo sigue como siempre y que tu humor sigue intacto, igual que tu manera fresca de escribir.
Un abrazo, ¡feliz semana!
:)
SIempre hay ese rinconcillo conocido u oculto en el que se acumula la calderilla, ese cenicero ya en desuso del coche, ese adorno en la cónsola de casa, y luego están los ocultos, los sillones es un vergel de sorpresas a veces incluso positivas en modo de monedas.
Y sí hace ilusión encontrarse monedillas por ahí, pero qué me dices de encontrarse un billete de veinte euros para arriba que no tenías constancia de e´l, ya sea en un rincón de casa o en la calle (lo cual es, vamos debe ser, la releche)
Saludos (poco futboleros esta vez)
Elennim:
Yo soy de los que se agachan a coger un céntimo. Ya sé que no se va a ningún sitio con eso, pero es que encontrarte dinero siempre tiene su aquel.
Y es que además cualquier moneda perdida parece decirme: "¡Guárdame, que te voy a traer suerte!"
¿Fotocopias? ¿Clases? Ufff, qué tiempos aquellos... ¡Te regalo mi suerte acumulada! ;)
ripley:
Te aseguro que fui el primer sorprendido al ver que la entrada apareció con distintos tamaños de letra. A veces Blogger se divierte con nosotros.
En cuanto a las palabrejas de verificación... ¡¡las odio!! Pero también odio la cantidad de spam que me entra en el blog cuando no las pongo. Y como encima el móvil me avisa de todo comentario, es un no parar: Piinng!... Piinng!... Piinng!
No me pilla de susto eso del zumo de vaca con moscas. Una vez me contaron cómo se hacen mermeladas y zumos envasados y se me quedó una cara...
Montse:
Oye, pues voy a rebuscar en los tropecientosmil bolsos que tiene mi mujer (¿para qué queréis tantos?) a ver si encuentro tesoros perdidos... :p
Creo que tiene uno en el que cabe un sofá. Podría mirar en el sofá de dentro del bolso. ¡Me voy a forrar! xD
Misaoshi:
Pero hubiera sido perder el móvil al sacar el billete para decir "ya pago"
¿Te das cuenta de que el que no se consuela es porque no quiere? :D
Ángeles:
¿Y si un sobrino te pide un chupachús? Le compras el kiosco entero para que no te cambien el fajo por chatarrilla, ¿no? Dí que sí, eso es ser práctica and the rest are tales.
Con razón veía yo tanto a George Clooney cogiendo el AVE Kentucky - Málaga...
PD. Y hablando de aves, me gusta la palabra "gracejo". Es como el cruce entre una garza y un vencejo.
loque:
¡Pero qué cultas son las máquinas, ¿eh, Loque? Será que quieren servir cafés para tertulias entre notorios eruditos de esos que se conservan en perfecto estado de conversación.
Yo haría otra línea de cafeteras más llanas, más campechanas, que informen con un "SOLTANDO CHORRO"
Amig@mi@:
No, un momento, espera, para quieta, no corras...
...¿Has dicho... "y a veces billetes ¿¿DE CIEN???
¡Pero tú no te mueves en mis círculos de chatarra y calderilla, tú conoces otro mundo más sofisticado! Con encuentros de esos no se toma uno un café, ¡se va a Colombia a buscarlo! :O
Ana:
Ahora has sido tú como la moneda que uno encuentra de repente. Que no la esperabas y te alegra. Muchas gracias por pasar "por mi orilla", Ana, compañera y amiga bloguera :)
Un beso
Sese:
La verdad es que ahora que me paro a pensarlo, sofás y sillones pueden albergar mucho más que monedas perdidas. Tras las juntas que unen respaldo y asiento se suelen encontrar interesantísimos hallazgos (sobre todo cuando en la casa hay niños pequeños):
Piruletas con pelusa, gusanitos aplastados, fichas de parchis huérfanas, restos de galletas sin chocolate, restos de chocolate sin galleta, rotuladores, calcetines...
PD.- Lo de conocernos en Wembley... de momento se aplaza, ¿no? :p
Me alegra descubrir que coincidimos en algo más. Yo tampoco puedo tomar más de un café (con cafeina) al día, así que por la mañana lo tomo descafeinado, y despues de comer me doy el gusto de tomar uno normal.
Montilla tiene razón. Yo también me siento a pensar de vez en cuando, y no se escuchan ronquidos, son reflesiones en voz alta.
reflexiones
hitlodeo:
Eres más osado que yo. El café cafeinoso ha de ser bien temprano. Muy arriesgado tomar uno después de comer; sus efectos podrían caducar de madrugada. Sí, hijo, sí.
PD. Reflexiones, reflexiones. Importante la X a veces. No es lo mismo pensar con seso que pensar con sexo. Por ejemplo.
Es muy cierto!! Me ha pasado que me encuentro plata (dinero) y al tiempo yo la pierdo de alguna forma!!! Karma le llaman algunos =)
¡Sexo! La verdad es que me suena esa palabra, pero ahora no recuerdo de que va.
No sabría decirte, pero te aseguro que está en el diccionario.
¿Y con la crisis encuentras pasta por los rincones? Hará un par de años unel encargado del servicio de limpieza de mi pueblo me dijo que desde que empezó la crisis sus barrenderos encontraban mucho menos dinero por ejemplo en el césped de los parques donde se tumban los jovenzanos. Por contra yo que madrugo, un domingo por la mañana me encontré un montón de pasta en monedas, igual doce euros, proveniente del bolsillo de algún noctámbulo que se habría tumbado en una escalinata. Ya sé que no era mío pero...no lo ibas a dejar allí...¿no?
carlos
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