A ver cómo hago para poner
en palabras todo lo que tengo en la cabeza.
En un principio, mi único propósito era el de desempolvar una
vieja historia que me contó mi abuelo.
No es una “historia de miedo”, como aquella que dejé escrita por aquí, es una
anécdota que siempre me ha hecho reflexionar acerca de ese vínculo imperecedero
que sentimos hacia nuestros seres queridos, y, al mismo tiempo, el ancestral
respeto que existe hacia la muerte y lo
desconocido.
Pero cuando empecé a
redactarla, me percaté de que había algunas lagunas en mi memoria, por lo que eché mano del “cronista oficial de
la familia”: mi hermano Fran, que, como siempre, me aportó más detalles y datos sobre los protagonistas de la anécdota.
Pero en mi avance me planteé
nuevas cuestiones, por lo que recurrí también a mi madre, de quien terminé de
tomar valiosos apuntes para completar
una historia de mucho más peso y emotividad de lo que iba a ser en un
principio, y que creo que merece la pena dar a conocer.
El germen de todo ello brotó cuando Samuel, desde el asiento trasero del coche, señalaba una solitaria casita que se veía en el horizonte a un lado
de la carretera, y que parecía estar flotando sobre un pardo océano de tierra seca.
- ¿Quién puede vivir ahí? – me
preguntó- Si es tan pequeña que solo
cabrá una persona …
- No, ahí no hay nadie. Eso no
es una vivienda.
- ¿Qué es?
- Un refugio para los
agricultores, un lugar donde guarecerse si llueve, o donde guardar los utensilios que necesitan en el campo:
capazos, lonas, azadas…
- ¿Pero no hay camas?
- No creo, pero ¿ves que tiene
una chimenea? Seguramente encienden fuego en invierno para calentarse o para
hacer la comida. Aunque no parece que esa tierra se esté cultivando ahora. Yo
diría que la han abandonado.
Se quedó pensativo y
aproveché para hablarle de mi abuelo.
- ¿Cultivaba cosas?
- Claro, preparaba la tierra,
plantaba, se encargaba de regar, labraba, recolectaba la cosecha, volvía a
plantar… En verano, en invierno, con frío, con calor… Es un oficio durísimo.
Entonces fui yo el que quedé
en silencio, reviviendo en la mente
escenas del pasado, aquellas imágenes que siempre surgen al recordar a
mi abuelo: sentado en el sillón de su
casa, junto a la radio y con el grave tic tac del reloj de pared flotando en el
ambiente. Mis hermanos y yo sentados a
sus pies, pidiéndole que nos contara otro cuento, y esa sonrisa que se le escapaba al adivinar que se lo pediríamos.
- Mi abuelo Conrado me contaba
muchas historias, ¿sabes? Cuentos inventados y también historias reales,
sucesos que le habían ocurrido a él, o a gente que conoció.
- ¿Si? ¿Y te acuerdas de
alguna?
Y fue a raíz de aquella
pregunta de mi hijo, y de la visión de
aquella minúscula casa en mitad de la nada, que empecé a recomponer una muy
especial que tiene como protagonistas a mi abuelo Conrado y a Santiago, el más joven
de los cinco hermanos.
Pero, como acabo de decir,
mis pesquisas dieron tanto fruto que me veo obligado a remontarme algo más en
el tiempo para contar bien la historia. Desde el principio.
(CONTINUARÁ)
15 comentarios:
¡Me froto las manos de gusto y emoción! Otra historia de los abuelos...¡Cuánto me gusta esto a mí!
Y también me ha gustado que le explicaras a Samuel algo de la vida rural. Ciertamente el campo de hoy en día no es como el que trabajaron nuestros abuelos...pero de ahí venimos la mayoría de los españoles.
y estas generaciones de españolitos tan urbanitas, tan tecnológicos y tan creídos la mayoría de las veces, debemos saber que fue gracias al trabajo humilde y extenuante de las gentes sencillas que fueron nuestros mayores, el que hoy podamos disfrutar de lo que tenemos y darnos el capricho de echarlo todo a rodar con nuestra pereza y nuestros desatinos.
He dicho. Hala.
carlos
las historias de los abuelicos molan mucho... a mí me encanta hablar con ellos.. y te enteras de cosas que ni te imaginabas!!..
Guauuuu, nos dejas con la intriga!!
Yo me subo al asiento trasero de tu coche, preparada para escuchar (leer) la fabulosa historia que nos contarás.
Recuerdo la anterior que contaste de tu abuelo, esa que me inspiró para mis foto-cuentos.
Besitos.
Y luego no quieres que te diga que eres el Dickens yeclano. Noo, qué va... si apenas has contado nada y ya has hecho una historia: la historia que cuenta cómo se inicia la narración de una historia.
Y yo aquí, como tú cuando te sentabas a los pies de tu abuelo, esperando que cuentes más :-)
Eres un compendio andante de historias, anécdotas y recuerdos. Yo creo que tu blog cumple realmente una función social, en serio!!
A mí por ejemplo me cuesta mucho más recordar esas cosas de la infancia, quizás porque mi relación con mis cuatro abuelos nunca fue demasiado estrecha o ellos eran más de ciudad y no transmitían tanta sabiduría, qué sé yo :)
saluditos
Aquí una gata con las orejas enhiestas dispuesta a escuchar ese relato. Cualquiera de mis dos abuelos encaja en la descripción que has hecho de los tuyos :)
Del tuyo, quise decir. Y en realidad mis dos abuelas también encajaban perfectamente. ;)
Qué intriga! Cuenta, cuenta.
Estas haciendo caso a tu jefe y nos fastidias un poco verdad? eso no se hace hombre
Como ya estoy de vuelta, llego a tiempo para leer el final, aunque el PC me está fallando. A ver lo que aguanta...
Gracias por tus mensajes.
Un abrazo
Carlos:
Qué bueno que tengas esa predisposición por escuchar más historias de mis abuelos, que además no se me olvida que gracias a una de ellas diste con este blog :)
La gente que trabaja en el campo merece todo mi respeto, pero es que además, aquella tan humilde que no tuvo los recursos de hoy en día, me resulta digna de admiración.
Has dicho. Y lo has dicho muy bien :)
PUMI:
Ya lo creo. Los mayores tienen la llave de un almacén de historias de todo tipo.
Montse:
Ah, vale, pues ponte cómoda, que voy a mover este vehículo hacia atrás, a ver a dónde nos lleva, jeje.
Cómo me gustaría que ilustraras esto con esas fotos tan apropiadas (y tan chulas) que tú sabes hacer.
Ángeles:
Dickens tiene algo en común conmigo: su apellido empieza por la Di de Diablo. Pero no llega a serlo, como yo.
Y el famoso personaje de Scrooge aparenta ser muy malo pero en el fondo, no lo es tanto.
Oye, pues te voy a dejar que me llames Dicken (comiéndote la S final, como en el idioma yeclanico) xD
Gracias, Ángeles
Y, venga, voy a proseguir la historia.
Lillu:
Gracias por ese halago, Lillu. Nadie me había dicho algo así, jajaja.
La verdad es que ni yo mismo imaginaba que el blog se llenaría de tantas historias, pero, claro, sumando, sumando...
El memorión de la familia es mi hermano. Yo me aprovecho de esa suerte :)
Saludos
Mae Wom:
Nada más fácil que despertar la curiosidad de una gata. Pero he de decir que tu caso es fascinante: pasas del run run junto al radiador a las entusiasmadas carreras de fondo (¡¡que menudo maratón blogginfernal te has dado!!)
Gracias, Mae :))
loque:
¿Seguro? Mira que después todo se sabe... :/
Papa Cangrejo:
¡Qué va! Si lo hago por bien. Si contara todo de golpe os iba a salir la longaniza por las orejas. Que ya sabes que yo me enrollo...
Amig@mi@:
Mi más calurosa bienvenida de nuevo a ésta tu casa, Montse. Si creías que habías perdido tu caldera, ¡ja, la llevas clara! xD
Ya voy ya vooooy a la última entrada. Qué intriga XD
Las gatas...somos así ;-)
Dices que Dickens y tú solo tenéis en común la sílaba Di, pero te equivocas, amigo mío, y en la próxima entrada de mi blog lo podrás comprobar ;-)
Lástima haber empezado por el final, pero aún así me las voy a leer todas y por orden.
Publicar un comentario