Hay una señal inequívoca que me indica que mi hija tiene sueño, y es cuando se acerca al sofá y echándose sobre mis piernas me dice: Papá, ¿me haces cosquillitas en la espalda?
Sé que si accedo a su petición acabará durmiéndose, por lo que me las arreglo para que la propuesta de cepillarse los dientes e irse a la cama resulte una idea muy atractiva. Eso sí, lo hago sin privarle de un par de minutos de esas caricias por la espalda que tanto le gustan.
Sin embargo, la última vez que me lo pidió, era la víspera del lunes de feria, un día festivo local, y sabiendo que a la mañana siguiente no tendría que madrugar para ir al colegio, me explayé en ese momento.
Recorrí una y otra vez su pequeña espalda con las yemas de mis dedos, y me regocijaba notando cómo su cuerpo daba suaves sacudidas cuando tocaba su cintura, la parte donde menos aguanta las cosquillas.
Me quedé pensando en que Samuel nunca me ha pedido algo así, y no porque no le guste, sino porque para esos menesteres siempre busca a su madre, de la misma manera en que yo recurría a la mía para que me rascara la espalda y jamás se me ocurrió pedírselo a mi padre.
Es curioso, parece que es lógico y natural el que haya más predisposición a que los hijos se refugien en el sexo contrario y que hagan cierto lo que tantas veces hemos oído, que los niños son más de sus madres y las niñas de sus padres. Sin embargo, ahora que soy padre, estoy convencido de que al mío le hubiera agradado una petición así, de la misma forma en que yo me sentiría satisfecho y feliz si mi hijo me lo pidiera. En cualquier caso, me sigue pareciendo un impulso natural y comprensible que nada tiene que ver con el afecto.
Acariciando la espalda de Aitana, surgieron en mi pensamiento los gratos momentos en que mi madre me rascaba a mí, algo que siempre me ha gustado mucho (no debo hablar en pasado, pues aún se lo pido) y no sólo por lo bien que lo hace, sino porque en ese intervalo de tiempo suele contarme una pequeña historia que ya le he oído muchas veces pero que me gusta oírsela repetir. Es, simplemente, lo mismo que acabo de contar antes, que ella también buscaba a su padre para que le rascara la espalda, aunque tenía motivos de peso para preferirlo.
“Mi padre me rascaba más bien… – me cuenta- Empezaba así, por el hombro izquierdo, pasaba por la nuca y llegaba al hombro derecho. Después bajaba un poco y seguía rascando otra vez de izquierda a derecha, sin dejarse ninguna “mentira”, recorriendo toda la espalda, tajico a tajico. Qué a gusto me quedaba... Cuando no estaba y se me ocurría pedírselo a mi madre, tenía que decirle, “¡no, un poco más arriba! … ¡no, más a la derecha! … ¡ay, un poco más fuerte!” y ella terminaba protestando “¡Ay, filla, que tinc moltes coses que fer!” (Hija, que tengo muchas cosas que hacer) Pero mi padre nunca ponía pegas y siempre se esmeraba en hacerlo perfecto; de arriba a abajo y ni flojo ni fuerte”
Y yo me rio imaginándoles, porque veo el reflejo de aquellas personalidades que tan bien conocí: la paciente y bondadosa de mi abuelo y la más esquiva y pragmática de mi abuela. Maravillosos ambos.
Continué recorriendo con suavidad la espalda de Aitana, que ya no se alteraba cuando rozaba su cintura. Al cabo de un rato, retiré el pelo de la cara de mi hija para comprobar, como imaginaba, que se había dormido profundamente.
Mirando a mi hija seguí recordando.
“Hasta que crecí – contaba mi madre - y llegó el momento en que empecé a usar sujetador. Y entonces un día le pedí a mi padre que me rascara, y cuando sus dedos tropezaron con el elástico en la espalda, dijo “Ché, ¿astó qué és?” Y a mí me dio una vergüenza… Tanta que ya no se lo volví a pedir más. Ya ves tú… ¡qué tontería!”
Alguna vez he pensado en aquella situación. Estoy convencido de que mi abuelo no pretendió incomodar a su hija. De sobra sabría él lo que era aquello, pero debió hacerse el sorprendido. Me pregunto si llegaría a percatarse de que ella no volvió a buscarle más para que rascara su espalda.
Siendo aquella otra reacción natural, la que se empieza a manifestar a partir de determinada edad, cuando se experimenta el pudor, no pude dejar de encontrarle un matiz triste a ese cambio, y percibiendo el dulce respirar de mi hija sobre mis piernas, casi sentí la nostalgia de añorar lo que todavía no he perdido.
Y entonces vi a mi hija como todas aquellas niñas que en mis raíces familiares buscaron los brazos de sus padres. Y también pensé en el posible futuro hijo de Aitana, pidiéndole cosquillas a ella algún día. Tal vez entonces se detenga a pensar en mil cosas también.
Y como esos pensamientos tontos que surgen por la emoción de un momento, me sentí poderosamente vinculado a esa espiral de cariño entre padres e hijas, entre hijos y madres que ha existido siempre a través de los tiempos.
Con mi hija durmiendo plácidamente sobre mí, continué recorriendo el mapa de los recuerdos, y mis pensamientos iban de atrás hacia adelante, de delante hacia atrás, en largas y cercanas distancias que me hacían cosquillas en el alma.
Y dejé que todo fluyera sin prisa, tajico a tajico.
.
.
18 comentarios:
La historia se repite... a veces, por suerte, para bien, con pequeños momentos mágicos como los que cuentas en esta entrada. ;P
El cariño se transmite, con caricias o cosquillas, así que seguro que Aitana rascará la espalda de sus hijos en el futuro y se acordará de este momento que ahora nos cuentas y de tí.
Un ciclo es la vida, un ciclo maravilloso!
Un beso.
Yo es que no era muy dado a que me acariciaran ni a que me besuquearan ¡así he salido de raro!...así que ahora sólo puedo aprovechar cuando mi madre me corta el pelo y me cosquillea la nuca con la maquinilla esquiladora. Mmmm ¡qué gustito!
Esto me recuerda a mi sobrina cuando era chiquitina; te pillaba el dedo pulgar y ahí estaba, dale que te pego, a masajearle la uña con sus deditos.
carlos
Es que el arte del buen rascar o cosquillear la espalda no está valorado como debiera; no se le presta la atención que merece a pesar de los muchos beneficios que proporciona.
Y ocurre exactamente lo mismo con los pensamientos tontos que hacen cosquillas en el alma.
Por eso quienes sí los sabemos valorar lo debemos reivindicar como una de los grandes logros de la humanidad.
Por cierto, no sé si estarás de acuerdo, pero yo siempre he pensado que el cuerpo humano está muy mal diseñado en dos aspectos fundamentales: uno, que no tengamos ojos en la parte posterior de la cabeza, lo cual nos hace absolutamente vulnerables por la retaguardia. Y dos, que nuestros brazos no giren lo suficiente como para poder autorrascarnos la espalda, con lo necesario que eso es a veces.
Yo no recuerdo que lo hicieran conmigo, pero si sé que cangrejito me lo pide muchas veces, se tumba junto a mi y me pide masajes jejeje
¿Recuerdas a mosén Millán de "Réquiem por un campesino español" de Ramón J. Sender? Leyendo tu texto e imaginándote sentado, amodorrado junto Aitana, recordando, con tus pensamientos "que iban de atrás hacia delante" no pude evitar recordarlo.
NAturalmente, me gusta mucho la escena que nos has descrito. Pero eso ya casi no hay que decirlo.
carlos
Pues en mi caso la más "busca cosquillas" ha sido la pequeña. Al niño no recuerdo habérselas hecho nunca. Siempre hay excepciones. Volví, amigo. Iré poco a poco poniéndome al día.
Abrazos
Qué curioso, porque a mí la que me rascaba la espalda cuando era pequeña era mi madre y no mi padre. De hecho no recuerdo a mi padre haberlo hecho nunca, sin embargo mi madre, que tenía las uñas siempre largas, me rascaba así suavecito y lo que cuentas con tu hija, yo caía frita en cuestión de minutos.
Y lo que son las cosas, ahora no me gusta nada que me rasquen la espalda!! Jajaja. Hay cosas que se quedan en la infancia y a veces yo creo que es mejor no recuperarlas ;)
saluditos!
La nostalgia es como los recuerdos, nos hacen cosquillitas en el alma. Creo que esas son las mejores cosquillas descontando por supuesto a las del cariño y la ternura. Que bonito.
Saludos
:)
muy bonita entrada, me temo que tu jefe no compartirá tanta sensiblería y volverá a ponerte contra la espada y la pared. Es que juegas con fuego y hablando de jugar me gustaría mucho participar en el tema de las calles con nombre raro pero no salgo de casa.
Yo también he buscado siempre a mi madre, he crecido en un mundo de mujeres, me entiendo mejor con ellas, ojo no te estoy pidiendo que te hagas un cambio de sexo, mi madre ha sido mi referente y modelo a seguir. Mi padre jamás nos puso una mano encima para hacernos un cariño. Él con trabajar, traer dinero a casa y ver el partido de los domingos en la tele en blanco y negro cuando el locutor decía aquello de: a su izquierda y con rayas el equipo tal, y en la otra mitad, de oscuro, los otros, ya había cumplido.
Eres un gran padre Juanra, siempre he envidiado a las familias unidas y sin llegar a conocerlas sí puedo decir que las extraño. Conserva este blog, haz copias de él porque cuando Aitana y Samuel tengan treinta años mas será como cuando nosotros ahora vemos los cuadernos del colegio, los álbumes de cromos o los tebeos de Roberto, Alcázar y Pedrín, las cintas de mñysica y las películas en beta, caso de tener un vídeo en el que puedan funcionar.
Un abrazo. Esta noche sesión doble de cine. La celestina y el abuelo de Garci y Fernán Gómez.
Para mañana dejo a Carmelo Sánchez y Enma Suarez.
a Carmelo Gomez quise decir
Speedy:
Seguro que se repite constantemente. Los mismos gestos a través del tiempo. Qué maravilla si pudiéramos verlos todos juntos, como en una película :)
Montse:
Y tan maravilloso. Es una pena que no nos paremos a pensar en ello más a menudo, para descubrir hasta qué punto lo es.
Otro para ti, Montse
Carlos:
En este aspecto, mis dos abuelas eran como la noche y el día: una muy besucona y la otra nada. A la hora de mostrar cariño las dos lo hacían a su manera.
Y es curioso porque en mi familia se han repartido esos genes de igual manera y estamos los pro y los anti cosquillas y mimitos.
Yo estoy claramente en el primer grupo.
Y por qué será que cuando te pasas la maquinilla tú mismo no da el mismo gustito?
PD. Me ha gustado esa referencia al Réquiem por un campesino español, que recuerdo bien, pese a que la leí en mis tiempos del instituto. ¡Pero cuídate de hacer referencias religiosas en este blog! Nos vigila ESE que tú ya sabes… :(
Ángeles:
El arte del buen rascar… ¿Cuándo se convertirá en carrera universitaria?
Para estar definitivamente bien diseñado, a los humanos no nos debería picar jamás la espalda, pero… ¿viviríamos más felices así? ¿No es mejor el contacto de unas manos que rasquen y alivien? Cuantas más oportunidades de babear de placer, mejor, ¿no? (Y ahora que lo pienso, esto que acabo de decir es una reivindicación muy del gusto de mi Jefe. Creo que estoy aprendiendo)
¡Brindemos por tantos pensamientos tontos! ( Y por sus cosquillas ;))
Papa cangrejo:
Pues que no le falten. Aunque debe ser un curioso espectáculo vuestras rascadas y masajes . Con esos cacho pinzas… :O
Amig@mi@:
Tú no vuelves. Tú siempre estás ahí, Montse :)
Lillu:
¿Y a qué se debe esa extraña evolución de cosquillas SI a cosquillas NO? Lo lógico y natural sería cosquillas SI, cosquillas MÁS, cosquillas FOREVER.
Ah, claro, esto va ser cosa de la evolución de las especies, y de cómo se van amoldando las formas de vida en las islas lejanas. Si, ya sabes, todo aquello que contaba Darwin… :p
Ana Bohemia:
Y luego hay otras cosquillas, las que aparecen en el estómago cuando uno se enamora. Ah, y las que dan en la columna vertebral cuando uno siente vértigo, (como cuando subes en un globo… y eres un gato, jeje)
Y por supuesto las cosquillas perennes que tenemos los locos en la azotea xD
Ripley:
Imagino que Madrid estará repleta de calles de nombres curiosos. Si acaso en tu blog (o blogs, que eres más prolífico que Lope de Vega) hubiera alguna foto de alguna placa y quieres prestármela…
Aunque me parece que tú has sido más de fotografiar monumentos (de los que van con minifalda y de los otros);p
Te agradezco el interés de igual forma, así como esas palabras y consejos.
Cuando yo sea un abuelo (espero que no tan gruñón como Fernán Gómez) el contenido de este blog será un tesoro (todavía con más valor gracias a las joyas que hay en el subsuelo en forma de comentarios. Esos que han ido dejando los amigos como tú)
Un fuerte abrazo, Ripley
Qué bonito, por favor. Llego tarde, pero a cambio me he emocionado mucho.
No son pensamientos tontos, son cosas en las que merece la pena pensar, igual que merece la pena dejar de lado esas cosas que "hay que hacer" para centrarse en hacerle un mimo a la gente a la que queremos.
Que bonito, lo iba recordando paso a paso, me hacia mucha gracia de que forma se acomulaban en mi mente tan gratos recuerdos, hasta que como siempre, tocaste la fibra sensible y dulcemente se escapo una lagrima...
Loque:
Nunca es tarde si la emoción es buena :)
Muy de acuerdo con lo que dices, tanto como tus ansias de dominación, que también comparto ;)
Mamá:
Pues nada, que esta entrada que viene de lo que tú me cuentas, (y me rascas) vaya ahora hacia tí como una dedicatoria colmada de mi cariño.
Había leído tus dos últimas entradas el lunes, pero no había tenido tiempo de comentarlas.
En ésta quería decirte que era mi madre la que me rascaba la espalda. Me gustaba porque lo hacía con las uñas, pero suavemente.
Mi hija es más de caricias y de acurrucarse pegada a mí. Aunque ya está llegando a la edad del sujetador. Así que evitaré cualquier comentario al respecto, o se alejará antes de tiempo. :)
Había leído tus dos últimas entradas el lunes, pero no había tenido tiempo de comentarlas.
En ésta quería decirte que era mi madre la que me rascaba la espalda. Me gustaba porque lo hacía con las uñas, pero suavemente.
Mi hija es más de caricias y de acurrucarse pegada a mí. Aunque ya está llegando a la edad del sujetador. Así que evitaré cualquier comentario al respecto, o se alejará antes de tiempo. :)
Hitlodeo:
Ahora soy yo el que no había tenido tiempo de contesar tus comentarios. Disculpa si en alguna ocasión se me pasa hacerlo con alguno, pero ten por seguro que siempre los leo todos.
Saludos, Hit
Publicar un comentario