22 de junio de 2022

UNA HISTORIA CON MUCHA HISTORIA

En varias ocasiones he querido contar en el blog una anécdota familiar que debido a determinados elementos muy bien "hermanados" dio pie a una situación hilarante.

Creo que siempre terminaba por abandonar la idea porque nunca me decidía por cuál era la mejor manera de abordarla y porque siempre pensé que no crearía el efecto que en su día nos produjo, pero hoy esa misma historia me está pidiendo que le dé salida al mundo porque, comicidad al margen, hay en ella otros elementos que resultan interesantes y dignos de ser contados.

Para entender la historia en su conjunto hay que tomar perspectiva, por lo que nos vamos a situar en la Plaza Mayor de Elda.

Hoy es un lugar amplio y hermoso que en nada se parece al que conocí siendo un niño. En aquel entonces era ésta una barriada muy caótica, un conjunto de calles, casas, talleres, fábricas..., todo mezclado, mal trazado y sin ningún gusto estético. Por esta razón a aquella parte de Elda se la conocía como "Ciudad sin ley".

Había allí un cine en cuyas puertas vi yo la cola más larga para entrar a ver una película; una fila que se salía de la plaza y daba la vuelta a la manzana. Era el año 1977 y se estrenaba "La guerra de las galaxias" (título que las nuevas generaciones desprecian y ya todos llaman "Star Wars")

Otro recuerdo que tengo de la zona es el de oír tocar a bandas de música en directo, sobre todo en las fiestas de septiembre.
Pero recuerdo especialmente un callejón sin salida, de un aspecto que a mi me causaba inquietud, en el que había una carpintería. 

En ocasiones acompañábamos a nuestra madre a aquel taller, cuando necesitaba  comprar algún listón de madera o pedir algún encargo. 
Recuerdo que nos llamaba la atención una escalera exterior que daba acceso a la vivienda del carpintero, justo encima de su lugar de trabajo. El día en que  nos dio permiso para subir y asomarnos a su casa fue como si nos diera un pase a la mayor aventura. 

Llegó el año 1985 y un ambicioso proyecto urbanístico municipal incluía despejar el centro urbano y construir la actual Plaza Mayor. Eso implicaba la completa demolición de la "Ciudad sin ley".
Por lo que tengo entendido, el Ayuntamiento se encargó de indemnizar a los afectados por la remodelación, pero en el caso del carpintero encontraron un hueso duro de roer. 

Desconozco las negociaciones que hubo con él, sólo sé que, en su caso, el dinero que le ofrecían por abandonar aquel callejón no era suficiente para adquirir lo que él pedía: una vivienda modesta para él y su familia y un taller donde reubicar su carpintería. Es decir, ni más ni menos que lo que le iban a quitar.
Pero se negaron.

Fueron días difíciles para aquel hombre, que se mantuvo en sus trece, desoyendo las advertencias que fue recibiendo por carta para abandonar el lugar.
Muchos de los vecinos le apoyaban y uno de sus hermanos estaba convencido de que si seguían haciendo alegaciones les terminarían dando la razón.

Pero llegó entonces la fecha que le habían dado como ultimatum y apareció una cuadrilla con sus máquinas para comenzar los derribos.

Y ahora es cuando necesito hacer un alto en la historia para  desvelar (y lo he dejado para el final con toda la intención) que el carpintero en cuestión se llamaba Pompeyo, su hermano tenía por nombre Procopio, y el cine que antes he mencionado era el Coliseo.
Y también es el momento de describir la azarosa situación que se produjo cuando, días después,  mis padres nos estaban contando las últimas novedades del asunto en cuestión, justo cuando llegaba mi amigo Juan Luis, que al entrar en la cocina oyó cómo mi padre decía: 

-Y apareció la cuadrilla que iba a demoler todo aquello cuando Pompeyo les salió al paso y les dijo que por allí no entraría nadie. Como tenían órdenes de sus superiores  levantaron las palas y entonces Pompeyo se tumbó en el suelo y dijo que para avanzar tendrían que matarlo.
- "¡Por encima de mi cadáver!"- apuntaba mi madre, parafraseando a Pompeyo.
- Cuando fueron a levantarlo -continuaba explicando mi padre- Pompeyo forcejeó con todos, y unos vecinos fueron avisar a su hermano Procopio, que estaba en la plaza del Coliseo. Procopio fue corriendo para defender a su hermano y tanto pelearon que al final consiguieron que dieran media vuelta y se fueran. 

Creo que todos podréis imaginar la cara de Juan Luís escuchando todo aquello. Cuando le expliqué de qué estábamos hablando exclamó: "¡¡Y yo que creía que había llegado en mitad de una clase de Historia!!"
Y ahí fue cuando todos nos reímos tantísimo. 

Porque verdaderamente fue aquella una clase de Historia de las buenas, una historia con mucha Historia, una odisea de romanos- sin romanos- del siglo XX.

Por eso ahora, cada vez que voy a la Plaza Mayor, no puedo evitar pensar en lo distinto que es todo aquello y lo mucho que me gustaría volver por unos instantes a aquella Ciudad sin ley de mis recuerdos, y a aquel callejón en el que vivía Pompeyo, con el Coliseo a sus espaldas.

Año 1984. Ciudad sin ley. Elda.



Demolición del cine Coliseo (se puede ver su pantalla)

Cartelera de cines de Elda. Año 1957.

Información y fotos extraídas de:
 www.prospectosdecine.com 
www.valledeelda.com
eldahistoria.blogspot.com


Nota: Pompeyo y su familia vencieron finalmente. Terminaron por darles la razón en el Tribunal de Estrasburgo. Sí, aunque parezca mentira. 
Me cuenta mi madre que siguió alegando hasta el final y que, según contaban los entendidos, las cartas que redactaba siempre estuvieron a la altura del mejor de los letrados. 
Probablemente esto daría para otra historia.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hala, qué historia más chula y épica jejeje
Más que a romanos me ha recordado a unos galos de tebeo o a los numantinos de aquí al lado, por lo resistentes.
Los nombres de muchos de nuestros mayores son la pera, pero no hay que negar que demuestran una cultura del pasado que nosotros no tenemos (y los Jonathan, las Jennifer y los otros "anglónimos" actuales, menos aún)
Entonces, esa plaza tan chula es de mentira. Y los inmuebles también, claro... ¡Con la pinta tan decimonónica que tiene.
Desde luego es un debate éste del bien público contra el derecho privado bastante peliagudo...¡Pero si las autoridades dieran ejemplo, si sacrificaran sus intereses en situaciones semejantes, de forma sincera supongo que estaríamos más dispuestos a la generosidad (aparte de que los carpinteros no pedían nada ilógico). En cierto modo, y sin llegar a esas fatales consecuencias, algo parecido le pasó a mi padre...
Doloroso lo del cine, también.
carlos

Elennim dijo...

Esas callejuelas es que tienen algo mágico y atemporal... yo también echo de menos algunas de cuando era pequeña.

Menudo panorama llegar a mitad de la narración, ¡sí que suena como una historia de gladiadores! Me alegro mucho de que al final ganaran, aunque tuvieran que llegar tan lejos, y de que nos lo hayas contado :)

JuanRa Diablo dijo...

Carlos:

Ya ves, parece que el padre de Pompeyo era de lo más rimbombante a la hora de poner nombres. Me gustaría saber cómo se llamaría él.

Esa primera foto muestra la actual Plaza Mayor de Elda, que tiene ese aire tan majestuoso de otras plazas castellanas. Me gusta mucho su amplitud y su elegancia pero no puedo evitar pensar que muchas “mejoras” urbanísticas se cargan la esencia de lo que fueron aquellas ciudades en las que vivieron nuestros abuelos. Había lugares muy característicos que no merecían desaparecer.

En el ángulo superior izquierdo estaba el Cine Coliseo y a unos metros a su derecha el Cine Alcázar, que también tiene unas connotaciones históricas de aúpa. :D

Lo de los cines me da muchísima pena. Yo he visto cómo han ido cerrando y demoliendo todos los cines de Elda. ¡Y mira que había! El Castelar, el Coliseo, el Ideal, el Cantó, el Alcázar, El Aguado, el Gloria, el Cervantes, el Lis, el Rex... A finales de los 90 se construyó una multisala: los Cine Plaza, precisamente en este lugar, pero también han desaparecido.

¡Hay cosas que no se deberían permitir!



Elennim:

Yo también echo de menos calles y lugares que ya no se parecen en nada a lo que fueron. Lo curioso es que en teoría todo evoluciona a mejor, pero ver un supermercado donde había un cine o un banco donde había una casa señorial… da mucha pena.

Gracias, Elennim, por poner oídos a esta historia que me apetecía tanto contar. :)

Anónimo dijo...

¡10 salas! Eso sí que es una ciudad de Cine ...
Aunque veo que, suponiendo que coexistieran todas, nuestras ciudades venían a tener la misma media porque aquí, en los mejores tiempos, había 2 cines para 10000.
Ahora hay uno, pero subvencionado. Y no estoy seguro de que dure mucho.
carlos

Ángeles dijo...

Madre mía, que maravilla de historia. Pompeyo, con el Coliseo detrás, luchando a brazo partido cual gladiador contra las fieras corrupias que pretendían comérselo!
Y que el hermano se llamase Procopio, nada menos! Es que ese nombre lo utiliza mi padre mucho, cuando, por la razón que sea, refiere nombres raros o muy peculiares.

Nombres aparte, me ha encantado la historia en sí, la del hombre que lucha por lo suyo, armado con la fuerza de la razón y el valor, enfrentándose a la burocracia que no entiende de sentimientos ni de pasión. Como dice mi padre, "el que buen coraje tiene, seguro va y seguro viene".

Y qué simbólico que el hombre fuese nada menos que carpintero, eh?



JuanRa Diablo dijo...

Carlos:

He nombrado todos los cines que recuerdo, pero estoy seguro de que se me ha olvidado alguno. Hoy me cuesta creer que llegara a haber tantos. ¡Y que entonces lo viéramos como algo normal!
Es curioso que hasta algo tan habitual como era ir al cine haya "pasado de moda" A mí que no me digan, la comodidad de hoy ha matado toda la magia de lo que es el cine con mayúsculas. (Me estoy enfadando)

Ángeles:

Yo diría que este hombre nació con una gesta importante que llevar a cabo, de las que salen en los libros de Historia, pero fue a nacer en el lugar y siglo equivocados. Y es cierto, ¡encima era carpintero! Pero me parece que los años 80 estaban para otras "movidas"

De todas formas nosotros sí que le reconocemos un mérito histórico de los gordos, ¿es o no? :D

MJ dijo...

¡Qué historia tan interesante! ¡¡Qué lucha la de Pompeyo! Te agradezco que nos hayas puesto la nota al final aclarando que Pompeyo ganó la batalla. ¡Me alegro mucho! El hombre pedía algo justo, lo que le iban a quitar: su casa y su carpintería.
A mí es que me encanta la historia y la Historia :-)

Anónimo dijo...

Yo también viví esa historia de bastante cerca, pues nuestras familias tenían una gran amistad, y fue tal como se ha contado. Pompeyo era una persona honrada y dio un gran ejemplo de coraje y pundonor... de cómo se debe luchar cuando te asiste la razón, aunque los rivales sean más poderosos. Gracias Pompeyo.