19 de febrero de 2010

DE UN PERRO Y UN BIZCOCHO

Entre los blogs que suelo leer hay algunos escritos por estudiantes que al contar sus anécdotas académicas me hacen viajar inevitablemente a aquellos tiempos de colegial.
Hoy quiero compartir una vivencia muy singular que me pone una sonrisa en la cara cada vez que la rememoro.

Yo iba cada mañana andando al instituto. Era un recorrido de algo más de tres kilómetros que hacía a través de campos, senderos y bancales de cultivo, pasando junto a chalets y casas de labranza. Sólo se escuchaba por allí el canto de los pájaros y el sonido de mis pasos. De lo más bucólico y tranquilo, vamos.

Sólo había un punto en aquel trayecto que me fastidiaba: una casa de campo verjada en la que un enorme perro pastor alemán se abalanzaba furioso a ladrarme.
No había peligro alguno, una verja rodeaba todo el chalet, como he dicho, pero me desagradaba que el perro no dejara de hacerlo cada vez que me veía, con esas dentelladas que lanzaba al aire y esa rabia desatada con la que me miraba.
El muy bellaco se escondía algunas veces al presentirme para salir de improviso de su escondite y darme un susto de tres pares de narices.
- La madre que te parió, capullo - le gritaba yo- ¿Tú eres gilipollas o qué?
Y él ladraba como un loco fuera de sí.

Desde el otro lado de la valla a veces me ponía a ladrarle yo a él y a enseñarle los dientes. Nos llevábamos fatal.

Y esto ocurría diariamente en mi paseo al instituto, tanto a la ida como a la vuelta.
Cuando empecé tercero de bachiller, ni el perro se había acostumbrado a mí ni yo a él. Eramos definitívamente incompatibles.

Aquel fue el curso de las optativas. Se podía elegir entre Religión y Ética y también entre Dibujo técnico y Hogar. ¡Hogar! Sigo oyendo esa palabra como nombre de una asignatura y me entra la risa. ¿Cómo pudieron ponerle un nombre tan marujil?
En Hogar se estudiaban los alimentos y sus nutrientes, las vitaminas, las proteinas, las grasas... y cada viernes - y de ahí sin duda que tuviera un nombre tan floripondio - los alumnos habían de hacer de cocineros y elaboraban pasteles en clase que luego se jalaban entre todos. ¡Qué atracones!

El caso es que a mí el dibujo técnico se me daba de pena. Mientras algunos compañeros trazaban lineas perfectas dibujando óvalos y figuras en perspectiva caballera, a mi se me salía la tinta del tiralíneas y sólo podía plasmar hermosas alegorías de las lagunas de Ruidera.
Así que opté por apuntarme a Hogar.

Aquello era una chorrada. La cosa más tonta del mundo. Una forma de cubrir el expediente para aquellos inútiles en las artes plásticas. Pero bueno, por lo menos me aprobaban, cosa que dudo que hubieran hecho en Dibujo.

Y los viernes, como contaba, la profesora nos dividía en grupos y nos dejaba desarrollar otro tipo de arte: el culinario. Los miembros de cada grupo habíamos de aportar un ingrediente cada semana: una vez tocaba llevar nata, otra vez fruta, otra mermelada o el bizcocho.
- Mañana es viernes, - decía la profe de Hogar - poneos de acuerdo en lo que traeréis para hacer la tarta.

- Yo traigo la nata esta vez- dijo Javier en aquella ocasión
- Yo el chocolate
- Yo el almibar
- A ver ¿qué queda? ¿Traes tú el bizcocho, JuanRa?
- Pues bueno, yo lo traeré.

Y aquella tarde de viernes, mítica, inolvidable y fatídica en mi vida, salí de casa rumbo al instituto con mi bizcocho en una bolsa.
Caminaba distraido mirando al suelo cuando al alzar la vista, oh, horror: la puerta del chalet de mi enemigo del alma estaba abierta. ¡¡ Y el perro corría suelto !!
Me quedé quieto, petrificado. ¿¿Cómo se habían dejado abierta esa puerta??
De repente el perro me vió y paró su carrera en seco. Se me quedó mirando fíjamente.
Me acordé de mil escenas pasadas en las que me había metido con su perra madre, sacándole la lengua e insultándole desde detrás de la valla. Y empecé a rogar por que las hubiera olvidado. Poco a poco el pastor alemán se fue acercando a mí con pasos cortos y con un ligero temblor en el morro. Me pareció que desde el día anterior había crecido muchísimo.
Lo confesaré sin vergüenza: yo estaba cagado de miedo. Imaginaba que en cualquier instante el perro se abalanzaría sobre mí y me masticaría el peroné sin compasión pues yo le había visto la dentadura muy de cerca y os aseguro que era la cosa más sana y sanguinaria que podáis imaginar.

Y de repente lo hizo. Empezó a correr hacia mí. En décimas de segundo pensé que no me daba tiempo a llamar a sus amos dondequiera que estuviesen y que aparecieran a tiempo de detener a aquella fiera. Tenía que hacer algo. Y lo hice. Saqué el bizcocho de mi bolsa y se lo lancé al perro.

- Toma guapo, toma, come, come - le dije sin mirar atrás, dándome con los talones en el culo en una carrera frenética hacia el instituto.

No sé si al monstruo aquel le interesó mi bizcocho porque no volví la vista ni una sola vez.
Llegué a la puerta del instituto rojo como un tomate y el susto me duró una eternidad.

- Eh, JuanRa, ¿y el bizcocho?
- Lo siento mucho, se me ha olvidado en casa
- ¡Pero tiooooo!

Ea, no les podía decir que se lo había dado a un perro para que no me mordiera. Ellos no conocían a ese perrazo. No me habrían entendido.
No comimos tarta aquel viernes y me reprocharon mucho mi despiste, pero me dio lo mismo: mi dignidad valía más que un bizcocho.

26 comentarios:

Anónimo dijo...

Juan, yo hubiera hecho lo mismo,vamos que le doy el bizcocho,o lo que lleve encima,no hay cosa que me ponga más nerviosa que ladre un perro, cuando uno va paseando tan tranquilo.
Un día iba yo con la bici, por las motas del rio de Murcia, me salió un perro así, y si vieras como aceleré con la bici, adelanté a mi marido y todo aquel que iba delante que miedo pasé, si en lugar de un paseo, hubiera sido una carrera la gano vaya que si,por eso te comprendo, pues se pasa muy mal. Un beso.
Mar

mochuELIn dijo...

Tenías que haber puesto los dedos así como un tenedor y darle un toque.. como hace y dice el encantador de perros, claro que debajo pone 'no intente esta técnicas en casa', jajaja, te entiendo, me han intentado devorar muchos perros, algunos casi caballos, por el tamaño, y me he tenido que poner varias vacunas por mordeduras caninas y ya no sé que es peor!. Pero se te veía ya madera de diablejo 'valiente', jejeje.

Ripley dijo...

creo que todos tenemos historias parecidas con perros. en mi caso siempre pensaba que si algun perro me queria morder lo mejor era...subirme al techo del primer coche que encontrara siempre que no me pillara mas cerca un arbol, claro. hiciste bien, yo tb hubiera recurrido al bizcocho ¿quien no?. abrazos

Lillu dijo...

Jajaja coincido con tus otros comentaristas: quién no tiene una historia de perros similar en la infancia! Yo la tengo, por supuesto, aunque en mi caso no era un pastor alemán sino un pequinés llamado Jackie que estaba suelto siempre y me perseguía gruñendo como poseído. Una vez casi me atropella un coche por huir corriendo sin mirar mientras el muy cabrón me perseguía. Ays, qué tiempos :D

Pena de bizcocho, no?

saluditos!

peibol dijo...

¡Esto es digno de una comedia! ¿Qué hubiera pasado si no llegas a tener el bizcocho (bizcochón en Canarias)? ¡Mejor no pensarlo!

O bueno, mejor sí, que siempre me ha llamado la atención el llamado efecto mariposa:

Imagina que el perro se hubiera quedado suelto otro día, sin que hubiera un bizcochón para salvarte la vida; al no tener nada que echarle se habría avalanzado sobre ti, te habría dejado hecho un cristo, y tendrían que reconstruirte la cara, porque el perro se habría enseñado después de tantas burlas. Eso te habría llevado a un bajón de autoestima que te habría impedido "entrarle" a MariCarmen; las secuelas físicas te impedirían trabajar de cara al público, como haces actualmente, y hoy tendrías una vida muy distinta a la que llevas.

¿Moraleja? Si no hubieras llevado el bizcochón, serías un acomplejado hombre soltero, sin hijos y trabajando en cualquier otro lado. ¡Pa que luego digan que los dulces son malos!

Anónimo dijo...

UFFFFFFFF, Lo mío fué peor.
Iba yo por la calle con el carrito de bebé y mi hijo dentro cuando me veo delante de mi un perro del tamaño de........vamos UN PERRO GIGANTE.

Y que crees que hice?
Pués no sé que jugada me hizo mi instinto de protección que el materno se fué a tomar por donde amargan los pepinos.
ME PROTEGÍ CON EL CARRITO HIJO INCLUIDO DENTRO.
Creo que el perro se quedó tan sorprendido por mi acción que le dió pena el bebé y nos dejó en paz.
Ayyyyy que mala conciencia tengo desde ese día, tendría que haber escarmentado verdad?PUES NO

Un año después, estando toda la familia en el comedor de la casa de campo de mis padres apareció de la nada un perrazo dentro del comedor.....Que crees que hice yo?
meterme dentro de una habitación y cerré con pestillo por si el perro era inteligente y podía abrir.
Eso sí, cuando salí le pregunté a mi marido si había protegido a nuestro hijo querido.........
SAX

isaormaza dijo...

Pues creo que el premio a la cobardía lo llevo yo: El mi caso el objeto de mi angustia era ¡un conejo! Pero diré en mi descarga que era negro...y que yo tenía tres años jajajaaaaa. El tratamiento de choque que se le ocurrió a un vecino mio fué encerrarme en la conejera con el conejo ¡Menudo ******* !

JuanRa Diablo dijo...

Mar:
Yo te recomiendo que siempre que salgas a pasear, en bici o andando, lleves un bizcocho encima, por lo que pueda ocurrir. :D
Y gracias por esas coordenadas. Trataré de recordarlo: No pasear jamás por las motas del río de Murcia. ¡Hay perraco!

mochuELIn:
¿Técnica del tenedor y darle un toque? ¿Y esas cosas se recuerdan en los momentos clave? Me parece que el mejor método sigue siendo el "Pies para qué os quiero"

Gracias por lo de "valiente", jeje... ¿o es sarcasmo de ese tuyo? :(

Ripley:
Lo del coche es una opción, pero te la juegas si lo abollas y te pilla el amo.
Hay algunos que si les tocan su coche se ponen hechos unos rottweilers... :S

Lillu:
Qué complejo de superioridad tienen esos perritos, ¿eh?
Te comprendo. Uno sabe que no te van a destrozar, pero esa chulería acojona!!

No, no, de pena nada, qué alivio de bizcocho, jajajaja.

peibol:
Halaaa, peazomentecalenturienta, qué vuelta de tuercaaa!!!
Buff, no, por favor, que casi me ha dolido de verdad. ¿Tiene que ser en la cara? ¿No puede ser en... un pie sólo? ¿No atendería el chucho a razones y a diálogo? Mira que yo le prometería un bizcochón con sabor a tuétano...

No, mira, tu cara B de aquel día es demasiado gore. Como mucho lo dejamos en esto, que tiene su aquel. :D

SAX:
Pero JuanaMariii!! Lo tuyo es infinítamente peor. ¿¿Sustituiste un bizcocho por tu propio hijo con tal de salvarte?? XDXDXDXD
Mira que el terror nos ciega a veces, ¿eh?
Me he imaginado a ese perro que se invitó él solo manipulando el pestillo para abrir tu puerta y aún me estoy riendo. :D

isaormaza:
Te comprendo. A mí me dejan a solas con un conejo negro y...

Glups, estooo, Isa, no habrás pretendido hacerme una encerrona,¿no?

anasister dijo...

Yo también odiaba a aquel perro.Recuerdo una vez que a Fran y a mí nos paso lo mismo,solo que antes de que aquella fiera entrara en acción Fran y yo echamos a correr de vuelta al campo.Cuando la mamá nos vio llegar al campo,a tan solo unos minutos de que dieran las 9h,hora de entrar al cole,nos agarró a los 2 y a toda pastilla nos acompañó hasta allí,tan enfadada que cuando llegamos,antes de que el perro entrara en acción la mamá,que estaba cabreadísima le pegó cuatro gritos,se plantó toda chula entre el perro y nosotros y nos gritó: venga rápido,al cole..que este por aquí no pasa.Y no solo no pasó,sino que dió media vuelta con el rabo entre las piernas.Desde entonces la mamá se convirtió en nuestra heroína.

La exorsister dijo...

Vaya historia!
Perros sanguinarios frente a bizcochones... Mi historia con un perro fue "jugando" solo que a mí no me habían explicado las normas del juego... por lo visto el dueño de aquel pastor aleman jugaba a correr delante de él, y el perro le mordisqueaba los tenis (o zapatillas deportivas), pero aquel día había muchos niños en la plaza, y el perro estaba alterado, no corría sino saltaba, y en lugar de los tenís del dueño, eligió mi costado... resultado una mordida a la altura de la cadera... y un "no te enfades que estaba jugando..."

Hay que joderse!

Mª Angeles B. dijo...

Jo...Lin con el perrito!
Menudo susto, yo empiezo agritar y no paro en la vida.

Besos

March La Cinefila Desconocida dijo...

... te cuento de mis múltiples neurosis animales? Jajaja, yo también le hubiera dado el panucho.

Hey, mejor el bizcocho que yo!

Perdón por no haber comentado antes, pero por alguna razón blogger no me dejaba!

XOXO

gamar dijo...

Yo tengo algo especial con los perros. Los que saben dicen que no hay que mirarlos a los ojos, pero es precisamente lo que hago y se ve que notan mi cara de loco y deciden no meterse conmigo.
En fin, ellos tienen un sentido especial.

Amig@mi@ dijo...

Gracias a que llevabas el bizcocho. Ese perro era de denuncia vamos!.
Yo también di hogar y la verdad es que encantaba.
jaja
Besos

hitlodeo dijo...

Bien hecho JuanRa. La dignidad no hay que perderla nunca, y si hay que mentir se miente.
Me has recordado mis primeros contactos con el dibujo técnico, el tiralíneas y mis nervios no hacían buena pareja. La cuchilla de afeitar para borrar los charcos de tinta era mi única aliada, aunque al profesor no le gustaba que parte del papel se convirtiera en papel cebolla.
Luego vino el Rotring, pero no gané mucho, y en mi colegio no dejaban hacer hogar.
Creo que si hubiera cruzado por al lado de un perro como el tuyo le habría dejado que me masticara.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Yo nunca he tenido ningún problema con perros, es más, los adoro ( aunque el tuyo no parecía el mejor amigo del hombre, más bien podría haber sido un oso), aunque por miedo somos capaces de hacer las cosas más insólitas. Te comprendo, pero entonces ¿ no sabías que con el tridente podrías haberlo vencido?.Supongo que todavía no conocías tus poderes como rey de las tinieblas.Tu madre, sin bizcocho se las apañó bien , yo no sé qué hubiera hecho, correr supongo.
Un saludo.Remolina

Txema Rico dijo...

ja ja ja que bueno...me sonaba esa historia de aquella época...jajaja época que, por cierto, la única amenaza a la paz y el sosiego de nuestra querida Almafrá Alta, eran esos perros "cabrones". Ahor son los "cabrones" que pasan follaos en coche sin respetar señales, o las motos a escape libre, etc...

JuanRa Diablo dijo...

anasister:
¡¡ No me acordaba de esta anécdota!! XXDD
Al final ni bizcochos ni miedos ni leches. Nada como ir echando chispas por los ojos y dispuesto a morder si hace falta.
Me imagino a la mamá volviendo de nuevo a casa volando con una capa roja. Jajajaja

La exorsister:
Buff, tú estás en un escalafón superior al mío. Yo pertenezco al grupo de los que temen ser mordidos, pero tú al de los que han vivido la experiencia. ¡Te admiro!

"No te enfades, que sólo estaba jugando"
"Ah, vale... pero que me devuelva la mano, por favor" XD

Mª Angeles y Jose:
Pues gritar sin parar no sé si funciona, yo, por si acaso, opto por ponerse a correr y no parar. ;)
Un abrazo

March:
Claro, es cuestión de convencer a las fieras con un buen trueque.

"Espera, ¿mi pierna o un bizcocho?"

Eso sí, no dejes que elijan ellos primero.

(Ya he advertido a Mr Blogger que no te vuelva a prohibir la entrada aquí o le suelto a los perros XXDD)

Gamar:
Claro, claro, con esa escalofriante mirada de loco siempre llevarás las de gamar. Las de ganar, quiero decir. :P

Amig@mi@:
Pero apuesto a que tú no hacías pasteles en clase. ¿O sí?

hitlodeo:
Pues aún conservo algunas láminas de aquellos primeros experimentos con tiralíneas. Hoy veo los suspensos y créete que me parece poco. Tendrían que haberme fusilado directamente.

Eso lo dices ahora. Si ves venir a un perro gigante seguro que te piras de allí en un visto y no visto. :)

Un abrazo.

Remolina:
Bueno, que quede claro que no odio a los perros, ¿eh? Estamos hablando de una de esas excepciones de perros que te toman ojeriza desde el primer momento. Que también hubo días en que le pedí ser amigos y no me hizo caso. Menudo era...

En aquellos tiempos aún no había vendido mi alma al diablo. Aún faltaba para que germinara la semilla del mal que os aterroriza :P

Txema Rico:
Supongo que sabrás de qué perro estoy hablando porque te pilla muy cerca de tu casa. Era el de José Manuel (el Tenia)Creo que vivió 80 años o más...
Oh, tiempos...!!!

B dijo...

Jajajaja....hogar??? jajajaja, no te pega nadaaaaaaa....

Genial, como de costumbre!!

Anónimo dijo...

Hola Juan, te lo debía de hace tiempo así que aqui tienes el comentario.Me ha recordado q yo también daba hogar en el instituto con la misma profe q tu, pero no hacíamos tartas hacíamos tareas manuales con estaño, pirografías en fin no nos gustaba mucho pero siempre nos decía una cosa la profe q se nos quedó grabado a mis amigas y a mi: "el que sabe sabe y el que no a filosofía". Jaja aun nos reimos cuando lo decimos.
Un beso de L.

rAnita nOe dijo...

tengo que reconocer que me haces reir mucho con tu manera de contar las cosas, pero llegar a lo de "me masticaría el peroné, ya ha sido la bomba.. jajaja

he de reconocer que nunca me ha pasado una cosa de estas con los perros, y que nunca me pase!!

un besazo

El Diablo dijo...

Bichejo:
Jejeje, es que aquello fue un episodio surrealista de mi vida.
Gracias ;)

L:
Yo diría que esa famosa frase ya la decía en mis tiempos porque me ha sonado mucho. Se ve que la mujer no cambió de disco xD

PD. Me tienes más que abandonado!!
Un beso.

rAnita nOe:
Pues toca madera para que no te ocurra nunca. Que un perrazo te mastique el peroné tiene que ser muy incómodo :P
Besos

Fran dijo...

A mi la verdad es que la mayoria de los perros me caen mal. Y cuando el dueño te suelta eso de "Tranquilo, que no muerde". Eso ya me mata.

JuanRa Diablo dijo...

Yo tenía un perro que se llamaba Tranquilo. Como vivíamos en el campo no molestó nunca a nadie. Digo yo que de haberle paseado por la ciudad, si hubiese molestado a alguien le habríamos tenido que decir: "Tranquilo, Tranquilo" :)
Un saludo

El Zorrocloco dijo...

La dignidad, no; ¡la salud, hijo mío! XD Madre, qué susto debiste pegarte...

Me has hecho recordar a un perro cabrón que había en mi camino al instituto. La casa estaba rodeada por grandes muros de cemento, sin celosía ni nada, por lo que era imposible ver qué había al otro lado. Iba tan campante caminando por la acera al lado del muro, doblaba la esquina, empezaba a bajar unas escaleras que había y...

¡PAM!

El perro se lanzaba contra la puerta de chapa ladrando con todas sus fuerzas. Un perro jodidamente grande. Menudos brincos pegaba yo. Mira que me lo decía un día tras otro: "Mañana acuérdate de que está ahí, no seas idiota". Pero nada, al día siguiente volvía a pegarme el susto. Una vez perdí pie y casi me caigo por las escaleras.

Sin embargo mi anécdota es totalmente opuesta a la tuya. Esa noche había llovido a mares, y todavía había charcos en el suelo cuando enfilé la calle de la bestia (sin acordarme de que estaba ahí, claro). Doblé la esquina, empecé a bajar las escaleras, y de repente escuché el sonido de unos pasos familiares que corrían hacia la puerta, seguido de un sonido de pezuñas patinando sobre baldosas y un tremendo ¡¡BLAM!! contra la puerta, que tuvo toda la pinta de haber sido producto de un cráneo perruno. Me asomé a mirar por la puerta y lo vi completamente grogui tirado entre las macetas. Perro cabrón.

Lo que me pude reír, mecagüen XD

JuanRa Diablo dijo...

¿¿No me digas que existe una justicia perruna??

Jajajaaa, oye, me has dejado aquí una anécdota digna de estar en tu blog!
Yo lo sé con total seguridad: cada vez que te pegaba el susto, el perro se reía de gozo por dentro y pensaba: "Otra vez, otra vez le he pillao en babia, cómo me lo paso..."

Así que ese ¡BLAM! me ha sonado más que bien.
(Con mi bizcocho es que no me daba ni para PUFF) XD