5 de noviembre de 2013

ENTRE MI ABUELO Y YO


La historia que  sobre mi abuelo Conrado y su hermano  Santiago quería contar, ya está contada, y el punto final podría muy bien haber quedado en la entrada anterior.

Sin embargo, después de estas dos semanas investigando hechos, revisando fotos antiguas y ordenando y transcribiendo recuerdos, necesito añadir algo más.

Primero que no habría logrado completar la historia sin la implicación  de mi hermano Fran, que me echó una mano a la hora de deshacer mi nebulosa memoria, y de mi madre, Ana, que me aportó muchos datos precisos, y que incluso fue a hablar con Adolia, la hija de Santiago, que hoy cuenta con 77 años de edad.

Fueron unos momentos tan especiales que, si supiera hacerlo, dejaría registradas aquí las emociones vividas al acercar aquel pasado a mi presente, y plasmaría  las muchas reflexiones que me fueron llegando en el transcurso.

Hasta hoy, nunca caí en la cuenta de que en julio de 1986, justo 50 años después de que comenzara aquella fatídica guerra civil, yo me encontrara precisamente  vestido de militar.
Había llegado a  Plasencia dos meses antes en un tren borreguero que tardó toda una noche en hacer el recorrido desde Petrel.
Dormí mal, incómodo e inquieto, y de madrugada, desde la misma estación, nos redistribuyeron a todos los reclutas en camiones hacia el cuartel. Recuerdo que hacía frío y que empezaba a sentir hambre, a pesar de que me crecía una pelota en el estómago ante la incertidumbre de lo desconocido.

Desde la perspectiva de hoy, me pregunto cómo se sentirían aquellos jóvenes de entonces, a los que también dividirían en grupos hacia lugares extraños. Si yo sentía cierta angustia ante algo tan “inocente” como que me llevaran a hacer el servicio militar, qué pasaría por las cabezas y los estómagos de aquellos que eran conscientes de que utilizarían armas, que habrían de disparar a matar y  tratar de sobrevivir. ¿¡Cómo no murieron todos de miedo!? 

No tengo claro si es una pregunta estúpida  ni si me deja como un auténtico cobarde, pero es que no alcanzo a imaginar semejante horror y no quisiera experimentar algo así jamás. Nunca entenderé cómo los seres humanos somos capaces de alcanzar lo más sublime y también lo más absurdo y ruin.

Recuerdo que a la semana de estar allí, ya sentía una nostalgia enorme por mi familia, y que en aquellos doce  meses escribí muchas cartas, algo que debió ser muy común también medio siglo antes,  en aquellos años de ausencias. Pero  de vez en cuando pude yo hacer alguna llamada telefónica y escuchar las voces de mis padres y hermanos. Qué no habrían dado los soldados de entonces por una ventaja así, aunque fuera una sola vez, un par de minutos siquiera.

Fue a las pocas semanas de estar en aquel inmenso cuartel extremeño que crucé cierta tarde  todo el patio de armas para acercarme a las cabinas de teléfonos a realizar una llamada. Y en aquel punto tan distante de mi hogar recibí una triste noticia.
Pregunté a mi madre por mi abuelo, y ella, tras unos segundos de silencio, me dijo con voz quebrada que había muerto.
Desolado, volví a atravesar aquel inmenso patio hacia mi camareta en el preciso instante en que se arriaba la bandera y sonaba el toque de silencio. De sobra sabía que en ese momento era obligatorio parar, descubrirse la cabeza y ponerse firme, pero tan aturdido y triste me encontraba, que no me di cuenta de nada y continué caminando. Desde la distancia, un mando militar que sin duda me estaría fulminando con la mirada, se acercó después a mí a grandes pasos.

- ¿¿Es que no ha visto que se estaba arriando la bandera?? ¡¡Dígame nombre y compañía!!  ¡¡Queda arrestado el fin de semana!!

Quise explicarme, pero eran tan pocas mis ganas de hablar que me resigné. De todas formas no iba a aprovechar mi tiempo libre. Estaba demasiado lejos de casa.

Echado en mi litera, recordé que cada vez que felicitábamos a mi abuelo en sus cumpleaños, se entrecortaba su risa por la sorpresa y la emoción, y tras cada beso siempre exclamaba “¿Pero quién os lo ha dicho? ¿Cómo os habéis enterado?”, como si esa fecha fuera un dato secreto que sólo él supiera.
“No hace falta que lo celebremos cada año – añadía - ¡Esperad a que llegue a los 90, y entonces sí!” 
Aquel año hubiera cumplido los 90,  faltaba muy poco para esa gran celebración que esperaba.

Ha pasado muchísimo tiempo desde entonces, pero las emociones volvían a ser igual de intensas estos días, como si el tiempo se hubiera encogido hacia atrás hasta acercarnos a un mismo plano con nuestros antepasados. Casi me parece haberlos conocido a todos.

Mi hermano Fran me decía hace unos días:

“Yo al abuelito y sus hermanos me los imagino como a los de Siete novias para siete hermanos. Tenían edades escalonadas, sin llegar a llevarse mucho  entre ellos, y hacían juntos las típicas locuras de juventud. Me contó una vez que un año que nevó estando en Santa Bárbara, Serafín y Santiago salieron desnudos a jugar y tirarse bolas de nieve, y Presentación salió gritándoles detrás, llamándoles locos. Y ellos reían... “

Me quedé pensando en aquella escena. ¿Quién les iba a decir que una guerra se llevaría a los dos? ¿Qué sentirían los que siguieron viviendo tras perder a tres familiares en tan corto espacio de tiempo?
Y seguí meditando acerca de esto tan singular de la vida y la muerte. ¿Es larga una vida? ¿O es en realidad muy corta? ¿Cómo se percibe la existencia desde los ojos del sufrimiento? ¿Qué es lo que queda finalmente? ¿Prevalecen los buenos recuerdos?¿Pesan demasiado los malos al final de la vida?

 Casualmente vino a suceder, mientras escribía sobre todos estos familiares, y precisamente el mismo día en que la nombraba, que moría Salud, la hija mayor de Severino.

Era Saluteta (así llamábamos todos a esta prima de mi madre) una mujer por la que era muy fácil sentir simpatía porque, de una forma admirable, siempre sonreía. En sus últimos años mostraba  la típica imagen de encantadora anciana  de cabello blanco y aspecto frágil.
Saluteta siempre me miraba de una manera especial, y hace algunos años me explicó por qué.

- Ay, Juan, es que te miro y veo a tu abuelo Conrado. Tenéis la misma cara, los mismos ojos... Cuando él era joven se parecía mucho a ti.

No es que nunca olvidara aquello,  es que cada año siento que crece más mi orgullo al  pensar que pueda seguir  pareciéndome a él. No solo quisiera ser su reflejo físico, aún me gustaría más acercarme  a su bondad, a su nobleza, a su serenidad, a ese estoicismo tan sabio que parecía tener ante las adversidades.

Le recuerdo afeitándose meticulosamente en el aseo, cuando había perdido la vista por completo, y se pasaba la mano por la cara para comprobar que no había dejado ninguna “mentira” Recuerdo con qué paciencia se curaba las pupas de la cabeza y la forma en que se ponía el sombrero para salir a pasear con su garrote, haciendo el  memorizado recorrido con cuidado. A la vuelta siempre decía por dónde había estado y quién le había saludado. Le recuerdo sentado en su sillón, esperando a que sonaran las campanadas del reloj para encender entonces la radio y escuchar las noticias.

Pero si hay algo especial en lo que quisiera ser una verdadera repetición de mi abuelo es que, dentro de muchos años, me gustaría sentir la dicha de  ver que unos niños se sienten a mis pies y me digan “Abuelito, cuéntanos un cuento”

Si esto ocurriera sería imposible no volver a recordarle.

Y no necesitaré ninguna señal suya para saber que estará allí, conmigo, con los hijos de los hijos de sus hijos..., y que juntos seguiremos contando historias, esas historias imperecederas que flotan en el océano del tiempo.


Creo que aún nos quedarán bastantes en la memoria, ¿verdad, abuelo?



Amar y dejar partir by Pedro Aznar on Grooveshark

25 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso Juan!!! Sabes que pienso que cuando se nombra a un fallecido con tanto amor de alguna forma estamos obrando el milagro de devolverlo a la vida porque la vida, como dices, es efímera y sólo queda prolongada por los demás por las historias que nos contaron los que los conocieron y que seguiremos contando a nuevas generaciones a pesar de no haberlos conocido... Yo creo que dentro de todos nosotros sabemos que seguiremos viviendo en el recuerdo de los demás y sí prevalecen los momentos buenos junto con las experiencias pasadas con los malos que no dejan de recordarse con una ternura agridulce y siempre constructiva. Hace un tiempo trajiste a la vida a Carlota Sarrió nacida en 1820... Te has preguntado si alguien en un blog hablara de nosotros dentro 200 años con el cariño que tú lo haces? Un beso de tu hermano FRAN

H@n dijo...

Increíble, JuanRa.

Siempre te leo desde la biblioteca y últimamente es imposible no derramar alguna lagrimilla, que ya sabes que soy llorona empedernida. ¡Y qué facilidad tienes!

Con cada una de estas aproximaciones a tu familia, la conviertes un poco más en la familia de todos nosotros. Os identificamos como un ser querido, con o sin cara, más o menos etéreo, pero que trasmite muchos sentimientos relacionados con el hogar, la serenidad, el orgullo... no sabría decirte.

No sabrás transcribir las sensaciones que has tenido en este proceso, igual que es difícil trasmitirte en el este comentario lo que tus escritos nos hacen a nosotros. A mi.

Soy fan absoluta de la familia Diablo. Me voy a hacer una camiseta.

Saludos a todos.

Montse dijo...

Es lo más emotivo que he leído, JuanRa ¡sabes llegarnos al corazón! porque nos hablas de tus sentimientos, esos que algunos hemos sentido hacia nuestros abuelos e incluso, como en mi caso, nuestros padres.
Dicen que no se muere del todo mientras tus familiares te recuerdan y eso es lo que has hecho con esta entrada, dejar que sigan vivos en el corazón tu abuelo y los nuestros.
Un abrazo enorme!

Ángeles dijo...

Como ya sabes, estas historias de tu familia me han hecho recordar hechos y casos de la mía, y esto, unido a que lo cuentas con tanta ternura y sentimiento, hace que yo sienta estas historias ajenas como propias.

Me ha resultado conmovedor tu relato de cómo te sentías en el tren, camino de “la mili”, y tus reflexiones sobre el miedo, la vida y la muerte, sobre los que tuvieron que enfrentarse a una guerra de verdad...; de cómo recibiste la noticia de la muerte de tu abuelo y que ese sargento malo te castigara, y a ti, en tu tristeza, te diera igual…
Y también los recuerdos que tienes de tu abuelo, y tu deseo de parecerte a él, y tus sueños de contarles historias a tus futuros nietos…
Pues tendrás muchas para contarles: las que te han contado a ti y las tuyas propias.

Sí, yo creo que las historias, reales o ficticias (¿es que hay diferencia?), son esenciales para la vida.
Ya lo dijo el sabio: A Dios le encantan las historias, por eso creó al hombre ;-)

Big hug.

PD: me ha gustado mucho el comentario de Fran.

Anónimo dijo...

Después de la última entrada yo me preguntaba cómo acabarías esto y lo cierto es que lo has terminado de la manera más emotiva. Pensar en tu abuelico ciego, sentadico en el sofá escuchando las noticias de la radio, como hacia mi abuela para luego contárnoslas a nosotros a su manera -a veces dándoles la vuelta de manera asombrosa- y sorprendiéndose porque le felicitabais en su cumple me ha arrasado los ojos de lágrimas a mi también. Y pensar que aún recibiera el castigo de la ceguera en sus últimos tiempos es algo que hace preguntarse que qué clase de Dios padecemos...viendo la escoria que hay por el mundo y que vive de la mejor manera...en fin, que se altera uno y no sirve para nada.
Tengo un amigo "rural" y mayor, pero muy sabio que siempre me repite lo que ya habéis mencionado: que seguimos viviendo en el recuerdo de los demás y añade que es la única inmortalidad que podemos esperar. Seguramente será así, por eso hay que hacer como tu abuelo y dejar buen recuerdo para que esa extraña manera de vivir sea agradable y plácida.

carlos

Ana Bohemia dijo...

Gracias por regalarnos esta historia, por ser así de abierto, por tener esa sensibilidad hacía tu familia, creo que ya te lo dije alguna vez, pero se nota que eres muy familiar, yo también lo soy, por eso sé lo importante que es hablar sobre sus historias.
Me ha gustado mucho como lo has escrito.
¿Sabes? Él ha estado contigo, todo el rato, por eso te ha quedado tan emotivo... y tú, igual que él, ya eres un cuentacuentos.
Un abrazo grande

Sese dijo...

He elído toda la saga de relatos y pensaba comentar al final de ellas, lo que me ha gustado, lo bien relatado que está... pero es que este último post ha conseguido emocionarme. Y es que seguramente alguno de tu quinta ha vivido situaciones similares, con alguna variación. Y paro aquí que cuando los hombres nos ponemos a hablar de la mili podemos ser muuuuuy pesados jajaja.

Saludos

Amig@mi@ dijo...

De nuevo has logrado emocionarme. Yo tenía devoción por mi abuelo. Me enseñó a escribir, me dio mis primeros consejos sobre el óleo, los lienzos y pinceles, me regaló una poesía... Me... dejó tan pronto...
Un abrazo, Juan.

hitlodeo dijo...

No JuanRa. No creo que seas un cobarde. El único que no siente miedo de ir a una guerra es el que nunca va a ir. A los militares no les gusta la guerra, porque aunque se preparen para el combate, se juegan la vida en él.
Los políticos u otras fuerzas ocultas declaran las guerras que otros luchan, que otras familias padecen y que otras viudas y huérfanos lloran.
Excelente relato, y excelentes recuerdos.

A mi también me gustaría de mayor poder disfrutar de la compañía de mis nietos. Inventarme los cuentos para que me digan: No es así abuelo, como han hecho mis hijos. Esa sería una maravillosa vejez.

Un abrazo

Sandra dijo...

¡No sabes cuánto he disfrutado con esta historia!Muchas gracias por ofrecérnosla...los abuelos y las abuelas son grandes.

Misaoshi dijo...

Me dan ganas de llorar T_T
Me has hecho recordar a mi abuelo y también cómo corro cada mañana para intentar estar en la oficina o ya fuera del edificio (coincide que voy a desayunar al bar de enfrente y a veces nos pilla la cancioncilla...y hay que parar sí o sí... y supone desayunar más tarde -y pasar frío o mojarse, depende el clima-)

Me encantan estas entradas.

Papacangrejo dijo...

Ya sabemos de donde te viene lo de contador de historias. Algunos recuerdos son tristes, pero vale la pena tenerlos.

JuanRa Diablo dijo...

Fran:

Tú tienes mucho que ver en el hecho de que hable con tanto cariño de esos antepasados a los que no conocimos, porque con todas esas pequeñas historias y recuerdos que almacenas y que tantas veces me has contado, y aquella pasión que me contagiaste por reconstruir nuestro árbol genealógico, hoy me parecen todos muy cercanos.

Ah, sí, sí, a mí eso de imaginar se me da bien, y veo claramente a un diablillo que escribirá sobre Juan, Fran, y otros antepasados suyos.

Empezará a hacerlo un martes de 2213, ya verás :)

H@n:

He levitado un poco con el comentario que me dejas, H@n, ¡¡¡qué bonito!!! :))
Así que ultimamente mi valensianeta empieza a estudiar con la lagrimilla en el ojo, ¿no? Espero ayudar al menos aclarando la vista y relajando tensiones :p

Si mi Jefe se entera de que, como dices, estoy convirtiendo a la familia Diablo en la familia de todos... ¡¡lo contento que se va a poner!! xDDD

Muchas gracias, H@n (y besos mil)

Montse:

Diría que tenemos una sensación especial en común . Debo haber hecho aflorar sentimientos sobre nuestros seres queridos que siempre están y estarán ahí, pero que al evocarlos hoy se han intensificado.

Y, bueno, como me consta que la emoción no ha podido ser en absoluto dolorosa, me quedo satisfecho :)

Un abrazo, Montse

Ángeles:

Y es que, como comentábamos hace poco, cuánto se vive y se siente escribiendo historias y leyendo las de otros. Y esto de los blogs es el vehículo perfecto para compartir un millón de cosas.
Como escribías tú en el tuyo:

"...yo deseé los blogs antes de que estos se inventaran" (¡Y yo! :D)

Y creo que podemos decir que, en al menos un par de cosas, superan incluso a los libros: la cercanía que se crea entre los "contadores de historias", y la posibilidad de entrar en contacto y conocerse.

Otro hug de lo más big :D

Carlos:

Sí, fue quedándose ciego paulatinamente, al ir secándosele el nervio óptico. Recuerdo que en ocasiones se quedaba mirando un punto concreto y preguntaba "¿Llevas los pantalones encarnaos?" y acertaba. Parece que de vez en cuando captaba luces y colores.

La gente de campo suele ser muy sabia, tú lo sabes, y más de uno habrá de edad avanzada con categoría de filósofo. ¡Cuánto aprenderíamos escuchándoles tan solo un poco!

PD. No, no te alteres, hombre, que bastante calor hace aquí en el infierno para que te sulfures más :D

Ana:

Qué decir ante palabras tan amables, Ana. Gracias a ti por estar ahí, escuchando.

(Claro que sí, estoy convencido de que está aquí, inspirándome en esa vena cuentacuentista que debo haber heredado de él :))

Sese:

Jajaja, vale, hagamos un trato, nada de hablar de la mili, ¡ni una sola pregunta! que pronto se pone a contar batallitas el abuelo Cebolleta que llevamos dentro... ¡¡¡y eso es insufrible!!! xDD

Gracias, Sese

JuanRa Diablo dijo...

Amig@mi@:

En solo unas lineas has condensado tanto... ¿No crees que ese sentimiento tan positivo que hacia él sientes es el mejor legado que te pudo dejar? Yo creo que amarles eternamente nos reconforta, y de alguna forma nos sirve de ayuda en la vida.

Un beso, Montse

hitlodeo:

Me pregunto cómo es posible pasar de ser civil a militar en cuestión de horas y cambiar tanto la forma de ver las cosas. ¿Cómo puede desaparecer el apego a la vida? ¿Tanto odio nace como para desear aniquilar? ¿Es algo que se contagia y resulta imparable? ¿Cómo hemos sido capaces de sacrificarnos tantas veces en batallas tan cruentas?

Y qué gran verdad, todo se planifica desde despachos por gente que apenas se expondrá al peligro. El día que yo sea Mandamás de la Tierra, ordenaré que las guerras la hagan esos dirigentes entre ellos, a tortazos y mamporros, y que gane el que con mas dientes sanos quede. Ya veríamos si había muchas guerras entonces...

Madre mía, Hit, no sólo serás un buen cuentacuentos, jugando a las cocinitas con ellos les vas a descubrir las mejores recetas del mundo!!! :p

Un abrazo

Sandra:

Me alegro mucho de ese disfrute, Sandra. Gracias a ti también :)

Misaoshi:

Venga, ya está bien de llorar, Misa, voy a pasar a hablar de otra cosa que te va a sonar mucho.

¿Te siguen quedando galletas? xDD

Papa Cangrejo:

Menos mal que me has llamado contador de historias y no "cuentista", jeje
Un saludo, amigo extraterrestre

Valentina dijo...

Ay Diabolo, pero qué malo que sos, nos haz hecho llorar a todos! Tu jefe debe estar orgullosísimo! :D

Adhiero a todos y cada uno de los comentarios previos, que lo han explicado tan bonito que no vale la pena repetirlo.

Por esas cosas de la vida no he podido disfrutar de mis abuelos, pero me gustaría compartir con vos algo que le escribí a mi abuela paterna, que se llama, o se llamaba, no lo sé porque nunca llegué a conocerla o a saber de su paradero, Valentina.

http://conelmatelavado.wordpress.com/2010/01/07/lazos-trenzados-con-hilos-de-plata/

Te mando un abrazo aún más lluvioso, con tormenta y advertencia de deslizamientos de tierra y otras yerbas. :D

Anónimo dijo...

Juan...no tengo palabras..me has removido todo lo que le quise y lo mucho que sin darme cuenta..aun lo echo de menos.anasister

JuanRa Diablo dijo...

Valentina:

Felicidades por ese texto dedicado a tu abuela Valentina; me ha llegado hondo.
Es hermoso que atesores sentimientos tan profundos hacia alguien a quien no conociste, pero te entiendo muy bien: es y será siempre parte de ti misma, y ten por seguro que va a estar siempre a tu lado.

Ojalá llegues a saber más cosas de ella en un futuro. Yo lo creo posible. La vida da muchas vueltas.

JuanRa Diablo dijo...

Y gracias por tus palabras, que me marchaba sin decirte nada :)

JuanRa Diablo dijo...

anasister:

Yo también. Y con los años aún me acuerdo más y más.

Un beso

Anónimo dijo...

Increible, atonita me he quedado y te cuento por que:
Hace poquito que leo tu blog, justo despues de mi dolor de muelas y tanto me ha enganchado que te juro que he leido mas de la mitad de tus relatos, pero siempre deje pasar de largo la historia de santiago, algo me hacia pensar que era demasiado para mi ya que mi hermano se llamaba asi y a uno de mis sobrinos le quisieron poner este nombre pero el destino hizo que tio y sobrino se juntasen a jugar encima de las nubes. Pero esta noche me he decido a leerlo y me ha recordado a las historias que me contaba mi abuela, de las penurias que pasaron por ser familia de uno de los llamados " maquis ", de como lo escondian y se pasaba dias sin darle de comer por que la estaban acechando, de que le cortaron el pelo y le hicieron tragar aceite de ricino desnuda en medio de la plaza del pueblo, por ser madre de un rojo!. Leyendote pensaba que de alguna manera u otra nuestros antepasados tenian una conexion, algo en comun, ya que la guerra y sus consecuencias marco sus destinos. Pues tan convecida estaba y leo que hiciste la mili en plasencia, que casualidad, YO SOY DE ALLI!!!!
Si esque el averno es un pañuelo! ;)
Tu fiel seguidora: Daniela

Anónimo dijo...

Por cierto, tu cuartel ahora es una universidad

JuanRa Diablo dijo...

Daniela:

¡Vaya! ¡Así que eres de Plasencia! ¡Qué curiosa casualidad! Como en otro comentario te despedías con una Bona nit te imaginé catalana o valenciana.

Me ha emocionado saber que aquel cuartel es ahora una universidad. El edificio era majestuoso y me alegra saberlo tan útil.

Y en cuanto a la historia de tus familiares, tanto lo que cuentas de los Santiagos como el horror por el que pasó tu abuela me quedo pensando en todas las estelas imborrables que quedan en algunas familias, y que con toda seguridad todas tienen historias que merecen ser recordadas.

Otra vez te agradezco el que hayas estado leyendo tanto (y el que comentes, porque solo así me entero de que estás ahí :))

Un abrazo

Anónimo dijo...

Otro abrazo para ti, y aunque soy placentina pura llevo ya años viviendo en barcelona.
Un peto ;)

pixel dijo...

Qué historia tan bonita y tierna al mismo tiempo que triste y dura pero me ha gustado mucho leerla.

Gracias por compartirla.

JuanRa Diablo dijo...

Gracias a ti, Pixel :)