EN OTRA VIDA FUI UN NÁUFRAGO…
...en una remota isla del Pacífico, un punto verde en mitad del océano que nunca nadie dibujó en los mapas.
Me sigo viendo entre la blanca playa y el muro de vegetación, atrapando cangrejos, almacenando agua y refugiándome en un cobertizo de palmeras volcadas por algún temporal, entrelazadas de tal suerte que no necesité mucho tiempo para convertirlo en mi hogar.
Inmensa soledad durante las largas horas del día y más soledad en las noches, escuchando el fragor del mar contra los acantilados.
Me acordaba constantemente de mi padre, hasta el punto de sentir su compañía. Pensaba como él pensaría, actuaba como él lo haría, le escuchaba en los silencios... Creo que de alguna forma llegó a estar conmigo.
Mis únicas posesiones materiales eran dos cuchillos que fabriqué con conchas afiladas, el caparazón de una tortuga, un coral azul con forma de mano y un libro de poemas en francés al que le faltaban las tapas y que leí muchas veces sin llegar a entender. Incluso algunas noches, para hacerme compañía a mí mismo, recitaba en voz alta, cuando la luz de la luna era tan brillante que parecía un faro iluminando aquel lugar perdido en mitad de la nada.
Y así pasé incontables años.
No recuerdo cómo llegué allí, ni si finalmente fui rescatado, pero he soñado muchas veces con un velero desde el que veo alejarse mi cobertizo, mi playa, mi isla... Y mi padre lo contempla conmigo.
EN OTRA VIDA FUI UN ARISTÓCRATA...
… cuyo único aliciente era agotar los días con el mayor lujo y despilfarro, y que terminó siendo un eremita que curó su alma.
Mi juventud fue como una embriagadora fiesta sin fin. Alternaba los mejores yates, casinos y hoteles de la Costa Azul, rodeado siempre de gente que me alababa y que reía todas mis gracias.
Pero algo ocurrió de repente que hizo caer ante mis ojos un telón negro, tan negro y pesado que apagó el tintineo de las copas y silenció el color de todos los manjares.
Fue una drástica transición que me cambió por completo. Ya no podía estar entre la gente, no sé bien si la odiaba o la temía, pero tuve que huir de cualquier contacto personal y me aparté por completo de familia y amigos a los que en realidad nunca importé.
Me retiré a vivir en plena Naturaleza. Encadené los días caminando por las cumbres de los Apuseni, a cuyos pies había una abadía abandonada a la que descendía al atardecer.
En mitad del claustro, semiderruido por la carcoma del tiempo, había una frondosa higuera bajo la que me gustaba meditar.
Nunca tuve miedo, ni durante las más violentas tormentas, cuando en el cielo aparecían amenazantes telarañas eléctricas y los truenos rivalizaban por derribar los muros que me rodeaban. Pero qué importaba aquello cuando finalmente las nubes se alejaban y todos los colores de la montaña regresaban a su ser.
En aquel lugar me encontré a mí mismo y aprendí a no necesitar más que lo justo para vivir.
Algunos años después, siendo alguien enteramente distinto, empecé a añorar la civilización y regresé.
Pero esa parte de mi vida ya no merece ser recordada.
EN OTRA VIDA FUI UN BUFÓN…
… que tuvo la suerte y la desgracia de vivir en la corte y de despertar la compasión de la reina consorte, que durante un tiempo fue mi salvadora.
Se llamaba Beatriz y era una joven y dulce criatura de salud delicada. Callada y observadora, pronto advirtió que yo no había nacido para bailar y hacer las acrobacias con las que los otros enanos divertían al rey, por lo que solicitó a éste que yo fuera su bufón personal, el que le cantara y contara historias.
Y así fue como descubrió que las que más le gustaba escuchar eran las de mi propia vida, más azarosa y dramática quizás que la de cualquier ficción.
Por la confianza que me otorgaban sus ojos me atreví a contarle todo mi pasado: la muerte de mi madre, el abandono de mi padre y el dolor de ser separado de un hermano gemelo, que tuvo menos suerte que yo y que fue vendido a un circo.
No estaba previsto que traspasáramos la línea que separaba nuestras posiciones sociales, pero lo cierto es que nos acostumbramos tanto a conversar a diario que terminamos por ser buenos amigos. Fui cómplice de sus alegrías, conocí sus anhelos y pude ver que, como yo, estaba falta del amor que realmente merecía. El día que yo conseguía hacerla reír era un día que había merecido la pena.
Pero aquella vida de mutuo afecto, aquel apoyo y consuelo compartido no duró todo lo que hubiera deseado. Tras una repentina enfermedad, Beatriz murió, justo cuando en los jardines el otoño mostraba los colores que a ella más le gustaban.
Aquella tragedia no llegó sola. El rey se desprendió de todos sus bufones y me obligó a marcharme con ellos.
No me aceptaron a su lado y tuve que seguir distinto camino. Pasé frio y hambre, pero la dulce y buena Beatriz estuvo conmigo en los momentos más difíciles y siempre me ayudó a sobrellevarlos.
Dediqué el resto de mi vida a buscar a mi hermano, pero jamás di con él.
8 comentarios:
Ya temía que te hubieras ido de vacaciones sin avisar...jejeje ¡Hasta agosto nada, eh!
¿Y es que te ha pasado algo personal que te haya inspirado estás historias, no sé si tristes, pero que sugieren un estado anímico tan distinto al tuyo habitual?
El aristócrata misántropo habría gozado en esa isla del náufrago...bueno, habría expulsado a su padre, claro.
A mí me ha pasado algo que, en cierto modo, es lo contrario; yo, los fines de semana acompañaba a mi padre en los trabajos de la huerta, que era demasiado grande para él; al morir temía el trabajarla yo solo por el dolor de que todo me lo recordaba y, sin embargo, al revés, pronto me sentí a gusto porque precisamente, lo notaba cercano, como si estuviera ahí mismo podando mientras yo abinaba la verdura...y me daba coraje cambiar de posición cualquier cosa. Ahora que la hemos vendido, siento que mi padre, en gran parte, se ha quedado allí.
carlos
Tu tres relatos tienen un regusto de tristeza y soledad, los tres son personas que se quedan solas y que han sufrido un cambio radical en sus vidas por un dramático acontecimiento.
Como ha dicho Carlos no es el tipo de escrito a que nos tienes acostumbrados y me ha sorprendido, muy gratamente por estar bien escritos.
Muchos besos y feliz verano, JuanRa!!
Al contrario que a mis estimados Carlos y Montse, a mí no me sorprende el tono de estos relatos, porque detrás de tu habitual alegría y tu sentido del humor, hay medio escondido un JuanRa sensible y un poquito melancólico, soñador y nostálgico, que ya otras veces ha escrito relatos de corte sentimental, por decirlo así.
Las tres "vidas" son muy literarias, y tienen un aire decimonónico y centroeuropeo que me encanta.
Sigue indagando, a ver si descubres otras vidas que contarnos.
Nos tienes que contar cómo empezó todo: por qué Dios se mosqueó contigo y te dio un puntapié; dónde aterrizaste; ¿con quién hablabas? entonces sí que debiste sentirte sólo... ¿Y cuántos hijos tienes aparte del de la Mary ésa de La semilla del Diablo? Debimos esterizarte cuando estábamos a tiempo allí en el Paraíso; yo lo propuse porque te conozco pero no se aceptó la proposición por la Piedad divina esa del Jefe...Ah, y a ver cuándo volvemos a cascarnos, que te debo la revancha...
carlos
Sigo por aquí. Está bien cambiar de voz de vez en cuando. Como dijo el honrado ventrilocuo moreno.
Abrazos
Carlos:
Veía que el mes de junio se quedaba en blanco y no lo podía permitir, así que eché mano de cosillas que tenía medio escritas.
Con la del bufón me quedé con ganas de alargarla un poco, con la reina ayudándole buscar a su hermano por el Mercado de los Monstruos, oculto en la frondosidad de la ribera del río por estar prohibido.
Creo que hay algo muy sanador en la soledad, (más en la del aristócrata, por ser buscada que en la del náufrago) y para mí es casi una necesidad perderme a veces por la naturaleza yo solo. Esa sensación tan placentera que me gusta evocar fue mi única inspiración
De lo que cuentas de tu padre y el campo… cómo te entiendo. Ahí también hay un relato, sincero y emotivo.
Montse :
Me alegra mucho que te parezcan bien escritos, Montse. Ojalá fuera más fácil plasmar con exactitud todas las emociones que en ocasiones necesitamos contar a otros. Me ocurre que cuanto más escribo (y más leo) más difícil me parece el arte de la escritura.
Muchas gracias por tu valoración... ¡y muy feliz verano para ti también!
Ángeles :
No debería decir esto en voz alta, pero si se rasca un poco en mi dura piel volcánica se ve enseguida una dermis blandita por la que se escapan los suspiros. Y es verdad que aunque me gusta mucho la tontería y la burrada más surrealista, también me atrae cultivar entre las coles alguna lechuga que emocione los pechos y pechugas.
¿Un aire decimonónico y centroeuropeo que te encanta? Vaya, pues lo que a mí me encanta es que les hayas encontrado familiares en el espacio y en el tiempo. ¡A ver si en otra vida fui un escritor checoslovaco!
¡Gracias!
Carlos returns:
Anda que si me pusiera a contar mi vida… Podría ganar un fortunón sacando los trapos sucios de mi rival de lo alto. De hecho me llamaron de algún programa de cotilleos de Tele5, pero cuando me di cuenta de que los periodistas eran más malos que yo... pasé. ¡Que a mi no me deja en evidencia la bruja de la Patiño!
Pero es que la historia del Bien y del Mal os la han contado más mal que bien. Hay mucho malentendido y pocos bienintencionados.
Ay, el día que encuentre a un buen biógrafo…
PD. La revancha, cuando quieras. ¡Pero nada de espadas! ¡A insultos como cañonazos!
el chico de la consuelo:
¡Qué bueno!¡La Blogosfera aún puede plantar cara al Apocalipsis! Esto de alzar la vista y comprobar que todavía está por aquí el chico de la Consuelo… oye, que me da tranquilidad, en serio.
Cayeron muros en Berlín, torres gemelas y ventrílocuos locuaces, ¡pero a nosotros no nos derribarán jamás!
Un abrazo.
Beautiful blog
Please read my post
Publicar un comentario