28 de octubre de 2008

EXCURSIÓN A LA CUEVA DEL OLMO




Hubo un tiempo en el que cada verano tenía el aliciente de una excursión a la Cueva del Olmo. Era como un ritual que no podía faltar.

Siempre participábamos más o menos los mismos y lo hacíamos intuyendo que íbamos a pasar calor por el día y miedo por la noche. Pero no por ello decaía la ilusión; todo lo contrario, en las penalidades estaba el verdadero encanto. 

Además éramos siempre muchos y el calor humano siempre ayuda. (Mal de muchos, consuelo de tontos)

Repito que excursiones a la cueva ha habido muchas, pero hubo una que ha quedado grabada en nuestra memoria de forma especial. Retrocedo en el tiempo y me concentro para relatárosla lo mejor posible.


En aquella aventura éramos 12: Juanmi, Miguel, Juanjo, Gabi, Elías, Natibel, Juani, Santiago, Tomás, Fran, Ana y yo. Una verdadera multitud.
Lo primero era convencer a mi primo Santiago para que se viniera con nosotros. El muy testarudo se hacía mucho de rogar porque disfrutaba cuando le decíamos que sin él no podía haber excursión (cosa que en el fondo era verdad: sin Santi no era lo mismo)

Con una fecha próxima en el calendario, cada uno empezaba a improvisar una pequeña mochila acorde a su personalidad. A Fran no se le olvidaban las velas que por la noche daban ese ambiente tan acogedoramente macabro, a Juanjo no se le olvidaba su gorra ni a Santi los ajos con los que restregar las rocas para que su olor repeliera a bichos no deseados.

En aquella ocasión se me ocurrió una idea formidable. 
Sólo hice a mi hermano Fran partícipe de mi secreto: grabaría en una cinta diversos sonidos de un disco de efectos especiales que yo tenía. Me llevaría un radio-cassette en la mochila sin decir a nadie que lo llevaba. Cuando se hiciera de noche, camuflaría el radio cassette en el exterior y haría creer a todos que los sonidos que se escucharan eran reales.
Pensarlo y hacerlo fue todo a un tiempo.
Tuve la buena idea de dejar un trozo de cinta en blanco al principio, para que cuando todo empezara a sonar ya hiciera rato que yo me encontrara en la cueva y nadie sospechara de mi momentánea salida.

Llegó el día de la excursión.
Calor, por supuesto. Y ganas de llegar. Y un largo tramo por los montes de Caprala en Petrel, por una rambla seca que en muchas zonas está cubierta por las copas de los árboles formando un túnel, hasta llegar al punto en el que sabemos que hay que dejar la rambla y empezar a ascender.

La Cueva del Olmo está oculta por una enorme zarza que cubre prácticamente su frontal, por lo que a ella se accede bien por la izquierda, donde hay un pequeño rellano natural que sirve de puesto de guardia, bien por la derecha donde está enclavado un oscuro alcornoque que embellece el conjunto.
Pero de igual forma que no se la distingue de lejos, también es difícil llegar a ella. Uno debe abandonar la cómoda rambla para comenzar a subir por laderas de matorrales espinosos, piedras falsas y laberínticos senderos y soportar los pinchazos y resbalones siempre con el calor y los bultos a cuestas. Y por mucho que uno mire hacia arriba, la cueva no se digna a aparecer hasta que la tienes en las mismas narices.

Cuando por fin la alcanzas, al menos te recibe con el alivio de su sombra, y enseguida la sientes como tuya por lo acogedora que resulta, por las vistas que tiene y por ser un refugio apartado del mundo. Si fuese profunda causaría desasosiego, pero no lo es en absoluto. Es perfecta para doce personas tumbadas. No mucho más.
El transcurso hasta la llegada de la noche no viene al caso. Yo voy a lo que voy.
El momento en que mi plan se llevara a cabo llegó por fin.

Sin que nadie se percatara, descendí unos metros con el radio-cassette en mis manos y lo oculté entre unas ramas mirando hacia la cueva. Apreté el play y subí de inmediato.
Era noche cerrada y habíamos cenado. Momento perfecto. Yo aparentaba tranquilidad pero mi corazón latía fuerte por la emoción.
Seguíamos charlando cuando empezó a sonar el canto de unos grillos. Como Elías hablaba tan fuerte, nadie, salvo yo, que estaba atento a que todo funcionara como tenía previsto, se percató de nada. Los grillos seguían con su cri cri inútil, así que tuve que actuar. Les pedí silencio con la excusa de que me había parecido oír un ruido allá afuera. Con sus bocas cerradas se percibían los insectos en todo su esplendor.
- Sólo se oyen grillos - dijo Gabi
Mi hermano Fran me miró de reojo. Le devolví la mirada y sin palabras ya supo que el show acababa de empezar.
Ni qué decir tiene que yo había caldeado el ambiente durante todo el día dejando caer que por aquellos montes se habían visto lobos y jabalíes en muchas ocasiones, cosa que inquietaba un tanto a las chicas.
- Tranquilos - les había dicho yo con aires de suficiencia - si suben a la cueva empezamos a tirarles piedras y seguro que se asustan. Además, raramente atacan al hombre.
- Yo, por si las moscas me he traído un machete - decía Juanjo con chulería.
- Ay, calla, - remarcaba Juani - si me aparece un bicho de esos me meto en el saco y ya no salgo.
Pero la hora de la verdad llegó cuando en la lejanía, de forma nítida e incluso aumentada por el eco del lugar y la quietud de la noche, un lobo empezó a aullar.
- ¿¿Qué es eso?? - dijo alguien. 
- ¡Parece un lobo! - exclamó Fran fingiendo asombro. 
- ¡¡Ay madre - éste era yo con vena dramática - nunca los había oído de verdad!!

Después del lobo solitario se escucharon dos en coro, y luego más. Yo miraba a todos de soslayo. Los ojos como platos, los cuerpos en tensión. Fran dijo que había que avivar el fuego para que no se atrevieran a entrar, pero el personal estaba petrificado. Para más inri, yo no hacía más que dejar caer comentarios venenosos como que prepararan los machetes por si acaso.
La grabación llegó a su punto álgido, el momento que yo esperaba excitado, en el cual se oye a unas fieras gruñir en sonido ascendente, como si vinieran desde lejos y se fueran acercando. Entonces chillé "¡Coged piedras! ¡Suben!". Y Fran y yo fuimos apagando rápidamente las velas a soplidos como si fuera algo absolutamente necesario. Juani se aferró a mi brazo con tanta fuerza que me dolía. Elias palideció. Miguel se cubrió la cabeza con su saco. Santi no dudó en recoger y lanzar piedras contra las zarzas y Juanjo, y esto fue lo mejor, empezó a rezar y a jurar que si salíamos de ésta se sacrificaría por hacer mil cosas buenas. Y lo decía con una devoción...

A esas alturas, mis otros hermanos, Tomás y Ana, ya sabían que era todo una broma porque no sólo conocen ese disco, también me conocen a mí. Pero se aliaron a la causa.

Lo malo es que hay momentos en que el pánico se contagia y se hace colectivo, porque con los sonidos tan reales de monstruos rodeándonos, todos gritando a la vez, la cueva a oscuras y veinticuatro ojos mirando hacia la tenue claridad de la luna, convencidos de que de un momento a otro entraría como un relámpago un jabalí con espuma en la boca, desquician al más templado.
Cuando empezamos a lanzar piedras hacia la noche pensé que con lo que venía a continuación todos se percatarían entonces de que era todo un montaje. Del aparato llegaron risas aisladas, risas en grupo, enloquecidas, absurdas. Pero no se percataban del engaño. Estaban aterrorizados. Ni siquiera cuando empezaron a sonar los tañidos de unas campanas y osé a decir que debían ser las de alguna ermita abandonada dejaron de creerme.

El caso es que la cinta finalmente concluía con un sonido electrónico, como de platillo volante y ahí no aguanté más y empecé a reírme.
- ¡Nos invaden, nos invaden...! 

Algunos rostros empezaron a reaccionar y ya no tuve más remedio que aclarar que todo había sido una broma.
Natibel se disgustó mucho porque a su hermano Elías le sentó mal la cena y ya estuvo malo toda la noche. Juanjo y Miguel me dedicaron muchos "piropos" iracundos y Juani, que no terminaba de creer que no fuera a entrar una fiera en la cueva, seguía, cual grillete, sin soltarme el brazo.
Sólo Santi se reía después, con esa risa contagiosa que sabe apaciguar las aguas más bravas. No dejó de reírse en toda la noche.

Pero lo gracioso, lo gracioso de verdad, es que ninguno fuimos capaces después de salir a recoger el radio-cassette que nos esperaba allá afuera, en la quietud de la noche, donde se agazapan los lobos que aúllan a la luna.

13 comentarios:

Txema Rico dijo...

...ay que ver lo que daban de sí esos discos del "Discoplay"...y esos radiocassetes con sonido "clak"...aún recuerdo en la cabaña de Sax una noche parecida que se quedó uno toda la noche encendido con un programa de miedo de la Cadena SER y nadie nos atrevimos a pararlo..." ja ja ja...y esa frase mítica "estas cagado, fisi o psiqui?"....ja ja ja

Anónimo dijo...

Me acuerdo perfectamente del día que nos contaste la historia... en la mesa camilla del campo....con un chocolatito caliente....todos juntos..........me encanta recordar ese momento! esa mesa camilla es un clásico de mi vida!

Ahora, la frivolidad! Vuestros estilismos ochenteros hacen sombra a la pandilla de "Cuenta conmigo"

Txema Rico dijo...

P.D.. la frase correcta era " me cago... y la pregunta de los otros, Fisi o psiqui?..." ja ja ja

Anónimo dijo...

yo no estuve ese día pero si otro y jamás de los jamases volveré a esa cuava y menos con mi marido ,el del radiocassette.apamen

JuanRa Diablo dijo...

Txema:

Ufff, mi querido Discoplay. La juventud de hoy, con eso del MP3, el bluetooth, los iPod y todas esas monsergas ya no valoran el romanticismo de mirar un catálogo, pedir un disco por correo postal y pagarlo en pesetas. Ahora todo esta al alcance de un botón. Como tengo yo escrito en otro pensagrama: "La tecnología es la mayor asesina de lo esencial"
Me cago (fisi) en las modernidades.

Quentin loves Alicia:

Ahora que lo dices, en vez del sonido del lobo al final, debería haber puesto a Ben E. King y su Stand by me.

Apamen:

No olvidaré en la vida aquella imágen. Metidos ya en los sacos yo intentaba quitarte el miedo que te daba la cueva y a tí te caía cada lagrimón... Finalmente yo me dormí pero tú no pegaste ojo en toda la noche.

Silencio dijo...

Mmmm.. yo casi mejor no voy contigo a ninguna excursión a ninguna parte lejana y solitaria, si no te importa, vale?
No es que tenga nada contra ti... jajaja..

Por cierto, me cargué el blog sin querer. He tenido que volver a empezar de nuevo... "desastrito" es mi segundo nombre!

Un beso!

Pd: A ver si tengo más tiempo para pasarme con más calma por aquí, pero si voy destruyendo lo que hago me da a mi que no me va a sobrar!

pichiri dijo...

Esta historia la he contado a mis intimos aquí en Colombia casi con tantos pelos y señales como tu la relatas y se ha reido muchisimo. El volverla a recordar relatada por ti me ha vuelto a hacer la misma gracia que el primer dia.
Por cierto, me he puesto al dia contigo comentando todos los articulos que no habia leido por las razones que ya sabes.

Anónimo dijo...

A pesar de que me he reido un montòn,estoy completamente indignada,porque ....¿còmo que nadie se atreviò a ir a por el radiocasette?Siendo chica y ademàs la màs pequeña,me tocò bajar a mì porque si no a Juani le daba algo si no dejaban de oirse las risas alocadas,los ovnis y demàs,y aquì la presente,de noche,loma abajo y con ese sonido aterrador de fondo FUI SOLA A RECOGER EL DICHOSO APARATO.Tanto esfuerzo para que ahora no solo no te lo agradezcan sino que ni siquiera lo recuerden.VALGAME!!!!!!!!!
ANA SISTER

JuanRa Diablo dijo...

Mar:

No creas, no es tan fiero el "diablo" como lo pintan. Yo también estuve a punto de cargarme el blog. Es que hay botones tan tentadores...
Vuelve pronto.

Papichiri:

Tu fuiste el primero en llevarnos a aquella cueva que al principio creía que había sido descubierta por tí y que, por lo tanto, nos pertenecía. Aún me acuerdo de tu fatigosa odisea para intentar sacar agua de ella. Sería digno de contar.

Ana:

Ahí, ahí, reivindicando.
Pues como rectificar es de sabios haré un poco de Salomón. Es verdad, al final te armaste de valor y bajaste a por el aparato. Lo que pasa es que yo recordaba que nadie se atrevía y se quedó un buen rato alla afuera.
(Dí la verdad, bajaste cagaíca, ¿que no?)

Anónimo dijo...

Qué bién lo pasábamos en aquellas excursiones!!! Tendremos que repetirlas algua vez a pesar de las negativas de Mari Carmen.¿ Os acordais de esos amaneceres eternos en los que el sol tardaba en iluminar el valle completo?. FRAN

Ángeles dijo...

Menudo elemento estás tú hecho.

Tú sabes que yo no soy amiga de bromas, pero dejando esto a un lado, hay que reconocer lo ingenioso de tu plan.

Lo que sí me gusta de verdad es la forma en que lo cuentas, tan detallada y a la vez tan amena, que se lee sin sentir y sin que decaiga el interés ni un momento.




Ángeles dijo...

He tardado ocho años en comentar esta entrada. No está mal, ¿no? :D

JuanRa Diablo dijo...

Yo también he tardado 8 años en releerla :D
Este fin de semana, como te dije, he vuelto a entrar en la Cueva del Olmo, y la aventura, ya con hijos, también merecería una entrada en el blog.

Muchas gracias por estas excursiones por los subsuelos del inframundo, Ángeles